Sin ambages, cabe para esta columna evocar el pensamiento de Benjamín Franklin: “Un kilógramo de prevención vale más que una tonelada de remedios”.
Desde hace algunos años y hasta ahora hemos compartido la necesidad de construir el famoso Embalse Besotes y, consecuencialmente, se habla de proyectos como consecuencia del mismo, entre ellos, adecuación de tierras en Valledupar contemplando la regulación del caudal del río Guatapurí, pero también en grado sumo se pretende garantizar el abastecimiento hídrico para los habitantes de Valledupar y otros municipios vecinos.
También busca agua para riego de más de 8.500 hectáreas de cultivos, y aún se plantea la construcción de una pequeña hidroeléctrica. Lo expuesto, considerando que con la ejecución de este proyecto se lograrán muchas externalidades positivas (que afectan favorablemente), entre ellas el desarrollo sostenible de la región, apuntando al mejoramiento no del nivel de vida sino la calidad de vida de los habitantes y de todo este entorno.
Todo debe hacer parte de una buena planeación, en el entendido que la planeación es un sueño mientras que la planificación se desarrolla. En líneas gruesas, se observa que se está pensando primero en la silla antes de tener el caballo, por lo menos así lo hace entender el adagio vulgar y pueblerino, pero muy cierto, que primero debe ser lo primero, por tanto, antes de construir el Embalse se debe pensar en la razón de ser del mismo y es en su majestad el agua o fluido que debe alimentarlo, no vaya a ser que se haga la obra junto a otras adicionales para luego tener que lamentarnos porque no se posee el caudal y frecuencia de agua requerida para la debida operatividad de la magna obra.
Dicho esto, no es que se pretenda ser apocalíptico, solo que es menester advertir, teniendo en cuenta las experiencias que se tienen en Colombia, ya que aquí hasta lo absurdo termina por ocurrir, situación que nos ha llevado en frecuentes ocasiones a perder la capacidad de asombro.
Cabe advertir, en consecuencia, que antes se debe pensar, pronto y seriamente, sin tanta retórica, en la recuperación y conservación de la fuente hídrica del susodicho proyecto, o sea, el río Guatapurí, de manera integral, ya que los recursos por su naturaleza no deben cuidarse en retazos de territorio sino en su totalidad: valles, paramos, cañones, estrechos, microcuencas, gargantas, es decir, regiones naturales enteras, o sea, sitios completos que estén interrelacionados en cadenas de interdependencia total, por ejemplo, la parte baja del río depende de lo que pase arriba en sus cabeceras y en la cabecera de sus respectivos afluentes, tal como sucede con el Guatapurí, que depende de las vertientes cordilleranas que lo alimentan y teniendo en cuenta su deterioro deben ser recuperadas de inmediato para preservar sus cursos, volumen y ritmo de las aguas.
El Guatapurí de ahora no es el mismo de hace 50 años, porque cada día disminuye su caudal (hoy en épocas de hastío solo se observan los meandros, lo que no sucedía antes).
De allí la preocupación que hoy asiste a la organización ambientalista ‘Mesa de Árbol’, que manifiesta que la situación del río es grave y exige que todos pongamos acciones, compromisos y flujos de fondos económicos para cumplir con la recuperación de esta fuente (MinAmbiente, Corpocesar-Poncas, Emdupar, Gobernación, municipios, ONG’s, asociaciones agropecuarias, organizaciones indígenas asentadas en el área de influencia, organizaciones campesinas, acción comunal, entre otras.
Estamos convencidos que este es un proyecto de grandes perspectivas integradoras, de Valledupar y municipios aledaños. En conclusión, la recuperación del Guatapurí no da espera.