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Présteme su esperanza

Por: Valerio Mejia Araújo

“Volveos a la fortaleza, prisioneros de la esperanza…“  Zacarías 9:12
“Présteme su esperanza por un tiempo, parece que he perdido la mía.
Siempre me siento perdido, el dolor y la confusión son mis compañeros.
No sé a dónde acudir; El mirar hacia el futuro no trae ilusiones renovadas.
Veo tiempos de problemas, días llenos de dolor y más tragedia.
Présteme su esperanza por un tiempo, parece que he perdido la mía.
Deme la mano y abráceme; escuche mis lamentos.
La recuperación parece estar muy lejos. El camino a la sanidad parece muy largo y solitario.
Présteme su esperanza por un tiempo, parece que he perdido la mía.
Acérquese, ofrézcame su presencia, su corazón y su amor.
Reconozca mi dolor, es tan real y siempre está allí.
Estoy abrumado con pensamientos conflictivos y tristes.
Présteme su esperanza por un tiempo; algún día sanaré,
Y compartiré mi renovación, esperanza y amor con otros”. (Poesía de autor desconocido)

Hoy quiero enviar un mensaje de aliento a esas miles de personas que son creyentes, pero no van a ningún lado. Están comprometidos a servir a Cristo con sus vidas, pero son inmaduros, están derrotados y viven bajo engaño. Sus vidas no son fructíferas y se sienten sin esperanza.
Se hace necesario, mirar hacia el futuro para provocar el crecimiento y la madurez espiritual; pero también mirar hacia el pasado para corregir los problemas y fortalecer las debilidades e inconsistencias de nuestra personalidad. Ambas cosas deben estar afincadas en el presente respondiendo a la pregunta de ¿Quiénes somos y qué creemos? El pasado ha formado un sistema presente de creencias y decidirá nuestro futuro a menos que le hagamos frente y nos empleemos a fondo para transformarlo.
Por eso considero de vital importancia que nuestras convicciones estén fundamentadas en la Biblia, con un conocimiento claro de Dios y de nuestra identidad en Cristo. Si en realidad conociéramos a Dios, nuestro comportamiento cambiaría radical e instantáneamente. Así ocurría en la Biblia, dondequiera que los cielos se abrían para revelar la gloria de Dios, los testigos presentes fueron cambiados profundamente. Considero que el factor más grande para determinar la esperanza es un verdadero conocimiento de Dios y una correcta relación con Él.
Otro aspecto de importancia tiene que ver con la responsabilidad personal. Podemos recibir la ayuda y el apoyo de otras personas, pero finalmente, cada uno es responsable por su propia madurez y libertad en Cristo. Nadie puede obligarnos a crecer y a resolver nuestros problemas; esa es una decisión nuestra y una responsabilidad diaria.
La madurez es el producto del tiempo, las presiones, pruebas, tribulaciones, además del conocimiento de la palabra de Dios y un entendimiento de quienes somos en Cristo por la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas y en nuestras luchas diarias. Ser una persona completa y tener una razón para vivir, no son producto de lo que se tiene o no se tiene. Sino que por nuestra identidad con Cristo, ya somos seres completos, que poseemos una vida con razón y propósitos infinitos. La ecuación de identidad debería ser: ¡Nosotros y Dios somos una mayoría aplastante!.
Para ser personas que recuperen la esperanza y retomen la capacidad de soñar y ayudar a crecer a otros, es necesario resolver tres necesidades puntuales en nuestras vidas:
Primera, el sentido de pertenencia. La aceptación incondicional de Dios puede resolver el problema del rechazo y el poder de las presiones sociales y hacernos libres del temor al rechazo que todos compartimos.
Segunda, la autoestima. Cuando la inocencia se torna en vergüenza y culpabilidad, sentimos la necesidad de restablecer un sentimiento de valor propio. Y esto no es un asunto de habilidades, talentos, inteligencia o hermosura, el valor propio es un asunto de identidad.
Tercero, crecimiento y madurez. Cuando la autoridad se remplaza por debilidad e impotencia, fracasamos en controlar nuestros destinos. El alma humana fue diseñada para funcionar en servidumbre: Servirá al Dios verdadero y cosechará paz y armonía o servirá al dios de este mundo y cosechara angustia y desolación.
Amado amigo lector: Nuestra seguridad y la fuerza de nuestra esperanza, no está basada en lo que hacemos o poseemos, sino en quienes somos en Cristo. Jesucristo, nuestro postrer Adán, ha ganado para nosotros el triunfo y el éxito inminente, ¡no lo perdamos ni entreguemos!.
Dile conmigo: “Querido Dios: Gracias por llenar mi vida de esperanza. Fortalece mi identificación con Cristo cada día. Gracias. Amén”.  Enviamos muchas bendiciones para todos los candidatos el domingo. ¡Optemos por los mejores!
Te mando un esperanzador abrazo en Cristo.
valeriomejia@etb.net.co

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