Revisando el lamentable proceso político del momento, he recordado que el uso de todas las formas de lucha protagoniza nuestra historia hace rato. En su manual Guerra de Guerrillas, la primera recomendación que hace Ché Guevara es “demostrar claramente ante el pueblo la imposibilidad de mantener la lucha por las reivindicaciones sociales dentro del plano de la contienda cívica.”
Algo así como que “si no gana mi papi, el país podría enfrentar un estallido social.” Aunque nos parezca grotesco, podemos ver que el libreto se sigue con pasmosa exactitud. Allí dice que “primero se agota cualquier vestigio legal de poder, aún si es fraudulento.” Los hechos nos han demostrado que la ilegalidad o la falta de ética no han sido talanqueras para el proceder.
El tercer aspecto que menciona el manual es llevar la lucha hasta las zonas rurales, pues solo la urbana no es suficiente, para con ello “afianzar en lugares donde las fuerzas represivas no puedan llegar.” En las actuales circunstancias, estos lugares pueden ser las redes con sus millones de replicadores inmediatos. Cumplen también con el “muerde y huye, espera, acecha, vuelve a morder y a huir y así sucesivamente, sin dar descanso al enemigo” recomendación que Guevara admite de manera controversial.
Clausewitz dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios, y el manual afirma: “La guerra es siempre una lucha donde ambos contrincantes tratan de aniquilarse uno al otro. Recurrirán entonces a todas las triquiñuelas, a todos los trucos posibles, para conseguir este resultado”
Esto se oficializa con un debate obligado, aunque ellos lo eludieran antes. Al usar el dolor de la pérdida, el desconocimiento, el desgarre familiar por no saber con exactitud qué sucedió con la hija, o la posible negación a aceptar lo más probable, se “contempla el aprovechamiento de todos los puntos débiles del enemigo” Sin importar que se arrastren los valores o principios; debido a que, si “toca correr un poco los niveles éticos,” ¡se corren!
Cuando Roy, o el fusible de turno, se aparta de la campaña para no afectarla atienden el precepto: “La calidad positiva de esta guerra de guerrillas es que cada uno de los guerrilleros está dispuesto a morir, no por defender un ideal sino por convertirlo en realidad”.
Todo, con tal de lograr “establecer una sociedad nueva, romper los viejos moldes de la antigua, lograr, en definitiva, la justicia social” es decir, el cambio, aún sin garantías de que sea positivo.
Fajardo, a raíz de los petrovideos los recriminó. Atendiendo la “flexibilidad para adaptarse a todas las circunstancias y convertir en favorables todos los accidentes de la acción” acusan a las otras campañas de ser sicarios morales, protegiendo su fachada.
No obstante, aun en ese manual aparecen alusiones al respeto por el vencido y prohibición de ciertas tácticas aniquiladoras, esta es la parte que no hemos visto, o la visión de un guerrillero con conducta moral probada, de ángel tutelar que no atente contra el campesino, (o el indígena). Esperemos sí que se respeten los resultados.