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Preocupa la calidad educativa de la UPC

Esta columna es para el actual rector de la Universidad Popular del Cesar (UPC), doctor Carlos Emilio Oñate Gómez, quien tiene suficientes méritos y pergaminos para desempeñar la función encomendada por el Consejo Superior. También es dirigida a toda la dirigencia política, empresarial y gremial  del Cesar, a los exrectores, profesores, estudiantes y egresados de la UPC.

Aunque soy catedrático auxiliar del programa  de Instrumentación Quirúrgica de la UPC desde 1999, pocas veces he opinado sobre su calidad educativa; sin embargo, en este año, a raíz de las bajas calificaciones obtenidas por sus estudiantes en las pruebas Saber Pro de 2016 ya he hecho dos breves comentarios en columnas sucesivas.

La calidad de la educación superior no solo depende del resultado de la docencia, la investigación y proyección social. Esta inquietud me la genera el listado de 44 instituciones universitarias con acreditación de alta calidad (AAC), publicada por el Icetex. La AAC es una certificación que expide el Ministerio de Educación Nacional a las universidades que cumplen con niveles de calidad superiores a los que se exigen para obtener el funcionamiento de las mismas instituciones o de sus programas académicos. Me da mucha grima que en la lista del Icetex no aparezca la UPC.

¿Qué falta para que la UPC ostente excelente educación universitaria? La mayor responsabilidad recae sobre los rectores y sus subalternos como vicerrectores, decanos de facultades y directores de programas.

Haciendo memoria en los más de 40 años de fundada la UPC el estímulo a sus docentes ha sido  rarísimo  por no decir ninguno. Sabemos que el presupuesto para el funcionamiento de la UPC es exiguo, empero no es óbice para que en ocasiones especiales a los profesores se les incentive la vocación pedagógica con reconocimientos honoríficos como homenajes, condecoraciones (diplomas y medallas), aunque estas condecoraciones representan mínimos costos a la institución, su fundamento es que aumentan la motivación de los profesores y a la vez les sirve como paliación  de sus malas remuneraciones.

En realidad, todos los rectores de la UPC y sus más cercanos colaboradores han ignorado la noble labor de los profesores, ni siquiera a los de tiempo completo y a los titulares que son aquellos que llegan al máximo escalafón docente, les han reconocido sus sacrificios. Por ejemplo, hace más de 30 años, profesores de varias disciplinas universitarias vinieron del interior del país a aportar sus conocimientos y experiencias a los estudiantes de la UPC, entre ellos tenemos a Omar Londoño, Víctor Echeverry, Silvio Montaño, Guillermo Ardila y Nubia Zapata, que ya son vallenatos como sus hijos y a ninguno de ellos los han condecorados ni con simples distinciones por sus tan valiosos servicios.

Asimismo, en la UPC han tratado a los docentes oriundos de la región, académicos de tiempo completo que llevan varios lustros en las aulas dictando sus cátedras, entre los cuales tenemos a  Oswaldo Ochoa, Álvaro Castro Socarrás, Rosa Rosado. Otros son autores de libros y textos universitarios como Cristóbal Cruz Romero, Jhony Mesa, Pedro Camacho, César Torres, María Emma Socarrás y Rodolfo Ortega Montero. Algunos de los nombrados han sido condecorados y distinguidos en escenarios distintos a la UPC. Increíble pero cierto. ¿Por qué será que las autoridades de la UPC no cumplen su Estatuto Docente ni la legislación colombiana en lo pertinente a los reconocimientos que se les debe brindar a los profesores? Esta pregunta deberían responderla sus rectores, sus subalternos inmediatos y sus padrinos políticos.

Por José Romero Churio

Categories: Columnista
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