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Preguntas incómodas

Enciendo la televisión y encuentro las noticias de los atentados terroristas islámicos en Barcelona como un prólogo perturbador a nuestros criollos problemas de corrupción; entro a las redes sociales y me entero de una masacre en un hospital de Guatemala; leo la prensa local y observo como Valledupar atraviesa el peor momento de su historia, al menos en lo que a seguridad se refiere, aunque algunos, intentando tapar el sol con un dedo, se empeñen en decir que es un mal generalizado y apunten a que solo es un fenómeno de simple percepción. Tal vez tengan razón, pues los medios de comunicación masivos nos mantienen

“sobreinformados” y eso nos abruma, pero la sensación de abandono es tan real y profunda en la ciudadanía, en especial, si quienes deben agarrar el toro por los cachos no lo hacen.

Ante este panorama, cualquiera puede perder la esperanza en la humanidad y caer en el pesimismo, y a la sazón surgen algunas preguntas incómodas:

Es cierto que Valledupar ha crecido desmezuradamente, a las buenas y a las malas, entonces ¿Será que el número de policías no da abasto para el tamaño de la ciudad? ¿Por qué tanto silencio por parte de nuestros gobernantes?

Quienes atentaron en Barcelona y quienes están sembrando el terror en Valledupar son jóvenes que no superan los 25 años, sonrientes en las fotos de perfil de sus redes sociales y descritos como buenas personas por quienes los tratan, entonces, ¿En el fondo los seres humanos escondemos una semilla de maldad pura?

Si el ideal del humanismo secular de que el hombre es la medida de todas las cosas es cierto, ¿Qué pasa si nuestra naturaleza está viciada, dañada o pervertida?

Personalmente entendiendo que la misión de la educación es mucho más que trasmitir conocimientos, es hacernos mejores personas, con todo esto, ¿Será que el sistema educativo está fallando en su misión humanizadora?

Somos seres ambigüos, complejos, ambivalentes. Carl Jung intentó explicarlo afirmando que todos los seres humanos estamos hechos de luces y sombras; Richard Dawkins, el famoso científico ateo, utilizó la teoría del gen egoísta para justificar la tendencia a comportarnos mirando nuestros propios intereses; el cristianismo parte de la noción del pecado original, es decir, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, pero somos pecadores; somos capaces de hacer el bien, pero tambien de realizar el peor de los males.

Como posibles soluciones Dawkins hace referencia a una lucha contra la herencia genética; el cristianismo ofrece el modelo moral de Cristo. Pero, ¿Qué sucede cuando ciencia y fe se desencaminan y fallan? Y siendo sinceros, ambas se tuercen.

Pienso que la salida a esta encrucijada es arriesgarnos a romper paradigmas, como individuos pero también como grupo social. Es despojándonos del inconsciente colectivo que cargamos sobre nuestros hombros y que nos hace pensar que todo debe continuar igual. Es estableciendo relaciones humanizantes y asumiendo, con responsabilidad y valentía, el rol que nos corresponda en la sociedad. El cambio es compromiso de todos.

@carlo_linan

Por Carlos Luis Liñan Pitre

 

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