Pragmatismo. Esa es la impronta que, según sus palabras a la Junta Directiva de FEDEGÁN, le imprimirá el ministro Iragorri Valencia a su gestión en el ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. Pragmatismo gerencial y visión de permanencia. “No quiero ser un ministro de ciclo corto sino de ciclo largo”, les manifestó a los ganaderos utilizando una terminología muy agrícola. Si a ello se le suma la actitud de reabrir puertas que se habían cerrado para algunos gremios como Fedegán, la resultante es una buena primera impresión y unas expectativas que, esperamos, vayan calzando con la realidad en el difícil panorama de la producción agropecuaria y el desarrollo rural integral, tan en boga desde los acuerdos preliminares e inconclusos de La Habana.
Al ministro se le abona su franqueza. De la misma manera que, de frente, nos dijo que la modernización del sector se haría con nosotros o sin nosotros, también nos dijo que la recuperación del campo tiene que emprenderse con o sin acuerdos en La Habana. Y por supuesto, el ministro Iragorri puede contar con Fedegán en ese empeño!
A la gente hay que creerle y el ministro merece un espacio para empezar a aplicar a la compleja realidad rural su pragmatismo gerencial, aunque preocupa que no tenga todas las palancas a su alcance para mover hacia el campo la pesada máquina del Estado. Los ganaderos, como dirían los muchachos de hoy, “la tenemos clara”. Sin vías terciarias el desarrollo rural integral seguirá siendo un discurso. El ingreso del productor de leche se ve muy afectado y los altos costos del acopio minifundista por trochas intransitables están en la base de la baja competitividad.
Sin una política sostenible de fomento a la asociatividad de pequeños y medianos productores, será imposible alcanzar niveles aceptables de competitividad y, finalmente, esa gran masa de productores campesinos desaparecerá del mercado con un impacto social sin precedentes. No son predicciones apocalípticas; ya está empezando a suceder con la caída de los precios internacionales y la sobreoferta mundial, que busca salida en mercados vulnerables como el nuestro.
Sin trazabilidad bovina con plazos y resultados, y sin un sistema de inspección y vigilancia para el sacrificio y el encadenamiento cárnico, incluyendo el transporte de animales y productos, nunca podremos colocar un kilo de carne en Estados Unidos o Europa. Es así de simple, la admisibilidad de nuestros productos hacia los países con los que se han suscrito TLC no solo es asunto de alta diplomacia presidencial o de la Cancillería, sino de claros requisitos y condiciones que debe cumplir todo aquel que quiera vender en esos países.
Sin una inyección contundente de crédito en condiciones que consulten la realidad productiva, no será posible actualizar la inversión bruta en capital fijo (IBKF), es decir, adquirir tractores, enfardadoras y equipos mecánicos de ordeño. No es manualmente que vamos a competir con los carruseles robotizados de la competencia, que pueden ordeñar simultáneamente 50 o 100 animales. La energía rural dedicada a la producción no puede tener el mismo costo de la energía estratificada de las ciudades, y es necesario poner en cintura los costos de los principales insumos.
En fin, 600 palabras no son suficientes para enumerar las necesidades de la producción agropecuaria, equivalentes al nivel de reto que se impone el ministro Iragorri. Pero creemos que con pragmatismo decisorio y con voluntad política, es posible arrancar, así sea tarde, en la carrera para recuperar la producción agropecuaria como sector estratégico, y el campo como proyecto de vida digno. Y el binomio gremios-ministerio sí que puede remover los obstáculos del camino.