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Pozos o cisternas

“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua”. Jeremías 2,13

La reflexión de hoy, está basada en el acontecimiento que conocemos como el encuentro de Jesús con la mujer Samaritana. Ella, movida por la tradición, venía al pozo a sacar agua, aquel pozo tenía cierto valor espiritual para los samaritanos de Sicar, les hacía pensar en las glorias del pasado.

Es necesario establecer la diferencia entre las aguas estancadas de una cisterna, que solo sirve como depósito o almacenamiento de agua proveniente de las lluvias y el pozo que es alimentado por aguas subterráneas o de manantiales. La una es agua muerta y estancada; la otra, es un agua viva que fluye constantemente y corre libre. 

Las aguas estancadas son las viejas estructuras de comprensión religiosa, mientras que el agua viva que Jesús ofrece es la nueva espiritualidad basada en una relación íntima y personal con Dios. Así pues, si cesa de manar el agua viva de la fuente, se transforma en un agua estancada y su pureza desaparece porque se contamina.

Queridos amigos: Jesús afirmó que, quién creyera en él, de su interior correrían ríos de aguas vivas. No debemos considerar la vida cristiana en una forma conservadora y estática; sino, transformarnos por medio de la renovación de nuestros pensamientos, para así comprobar la buena voluntad de Dios, siempre agradable y perfecta. 

El problema mayor de la mujer samaritana fue la comodidad y el conformismo. Por eso le pidió a Jesús que le diera de esa agua para que ella no tuviera que venir al pozo a sacarla. Cuando Jesús le plantea el problema de sus varios maridos, no se siente afectada, porque para ella la teología era más importante que la ética. Era una mala teología, de aguas estancadas, pero teología al fin de cuentas. 

Otro problema que podemos entrever es que, el humano contemporáneo, no es que haya dejado de creer en Dios, sino que ha dejado de creer en la iglesia como institución. A la samaritana, le interesaba saber el lugar donde Dios debía ser adorado. Jesús, comienza enfatizando la diferencia entre la fe de aguas estancadas y la fe viva. No era en Jerusalén o Gerisim, sino en espíritu y verdad. 

La vida moral de la samaritana era la consecuencia de una mala teología. La fe cristiana no es mero moralismo, sino una relación de amor entre Dios y nosotros. No fue hasta el momento en que la mujer comprendió la diferencia entre la religión de aguas estancadas y la fe viva que dejó el cántaro. Las cosas viejas quedaron atrás, y salió a proclamar que había conocido a alguien que pudo conocer su pasado, y tenía fe en que también podría orientar su futuro.

A estas alturas del relato, ya estarás ubicado en el propósito de hacerte reaccionar acerca de la calidad de fe que profesamos. Podemos ser creyentes de aguas estancadas, viviendo del pasado y esclavos de nuestras propias conductas o nos aferramos a la nueva relación de pacto que trae aguas vivas de contentamiento, propósito y realización en Cristo Jesús.  

El anhelo de mi corazón es que podamos beber de esas aguas que brotan del manantial de Dios para nosotros. Feliz fin de semana y bendiciones abundantes.

Categories: Columnista
Tags: Los Pozos
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