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Posdata electoral

Por: Luis Napoleón de Armas P.

En definitiva, la descentralización regional nos quedó grande; el país se envileció; los costos sociales, políticos, económicos y éticos pagados son inmensos; nuestro futuro estará en ciernes si las cosas se mantienen como están. Antes de dar ese paso, se debió iniciar un proceso de culturización ciudadana. La democracia debe ir más allá de elegir a los gobernantes pero hemos caído en un democratismo amorfo; ya llevamos casi una generación perdida. Este ensayo ha transformado tanto las costumbres, que son más limpios los juegos en un casino de capos que las elecciones en Colombia. Por lo general, aquí no ganan las propuestas sino otros factores extra electorales, toda la filosofía del todo vale; es como si la barbarie coexistiera con la civilización. La confianza se agota. Según The Economist, en Colombia solo el 25% cree en la democracia, figurando en el puesto 16 de 18 países latinos, como los más desencantados En muchas regiones las elecciones las ganan quienes tengan capacidad para el trasteo, la compra de votos al detalle dentro de la gleba mísera, y al mayor, en la Registraduría. Sigue vivo el apoyo de la narcoparapolítica, en casi todo el país, de lo cual han dado cuenta los noticieros; el Cesar está ahí a través de la Gata y Juan Carlos Martínez, con el trasfondo del chance. De esa manera, ya se sabe quienes manejarán el erario.  Las encuestas, que las hace solo quien pueda pagarlas, dejaron de ser un instrumento de inferencia estadística para convertirse en elementos de presión sicológica; en algunas partes, las hacen para justificar y preparar futuros resultados, que se conocen con antelación, acorde con la plantilla preelectoral elaborada. La democracia no debe seguir viviendo de trampas. Pero, mientras no se instituya el voto electrónico, con voto obligatorio, el sistema electoral será de los pillos a quienes la abstención les abarata los costos, de por sí bastante altos. Hoy, más de la mitad de los colombianos se niega a votar, y estoy pensando que esta es la decisión acertada. Según la Registraduría, los costos reportados por las campañas para alcaldías y gobernaciones bordean los trescientos mil millones de pesos; eso hace suponer que estas valen un billón de pesos. En un país con tanta pobreza, esto es vergonzoso. A la elección populachera de gobernadores y alcaldes hay que hacerles un reajuste; de lo contrario, no quedan sino dos alternativas: abstención o voto en blanco para evitar que la voluntad popular sea manoseada y conducida. Los partidos políticos no son más que bolsas de avales, que no se lo niegan a cualquiera, pero cuestan. Ocho grupos y/o coaliciones se repartieron el país; la U y el conservatismo, bases del uribismo, quedaron diezmados. En estas elecciones se inició una recomposición de fuerzas. Ya lo había dicho yo en mi columna titulada “Cabañuelas para el 2011”, calendada el seis de enero de este año. También anunciamos que Gustavo Petro buscaría tomarse los sectores izquierdistas del liberalismo y miren como le fue a David Luna. Los nuevos mandatarios, además de ejecutar sus planes de gobierno, en forma transversal, tendrán que hacerle frente a dos aspectos que tienen mandato nacional cuales son la ley de víctimas y el TLC con los EE.UU. En las regiones mineras tendrán, además, que acomodar sus presupuestos a las nuevas realidades sobre las regalías. Va a ser un periodo muy agitado que requiere de mucha imaginación del equipo de gobierno. Me resta extender mis felicitaciones a Luis A Monsalvo y Fredys Socarras por sus triunfos. Miraré sus actuaciones con criterio crítico y de esperanza. Ojalá les vaya bien.
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