Así como muchos creen y hasta visionan un fin del mundo de manera apocalíptica, también hay muchos que no sueñan con la destrucción del mundo sino por lo contrario, en la construcción de un mundo mejor al que tenemos; sin embargo, estos últimos nos tildan (porque me incluyo) de soñadores. Tal como lo menciona Gioconda Belli, nos llaman ilusos, románticos, pensadores de utopías, pero lo cierto es que somos simples portadores de sueños.
Creo que a pesar de todas las crisis del mundo generadas por masacres, guerras, pestes, pandemias y otras cosas más que alimentan los argumentos de los portadores de catástrofes, aún el mundo, nuestro paraíso, tiene oportunidad de seguir existiendo en el universo. Desde pequeños, nosotros, los portadores de sueños venimos marcados por el amor y la ilusión de la bondad como premisas que regirán nuestros destinos y el de los demás. Nos conmovemos por hechos que en apariencia son cotidianos pero a nosotros nos golpea con la sutileza de una caricia y que nos advierte que hay que tener en cuenta.
En el argot de los sanadores arcaicos se nos conoce quizás como simples almas viejas, llenas de sabiduría, gracias a la experiencia del espíritu y, en efecto, tal vez lo somos, porque llevamos en el corazón la memoria de toda la humanidad y a la vez somos multiplicadores de las palabras que contienen sueños, que son como semillas de sobrevivencia que deben ser regadas para que se multipliquen en los momentos de crisis.
De alguna manera, hemos sobrevivido a todos los peligros y a la propia muerte, pues comparto la teoría que hemos sido engendrados para protegernos y proteger al mundo del apocalipsis que se anuncia proféticamente y aunque muchos debemos entregar nuestras vidas como sacrificio a los demás, los que quedan seguimos cultivando esos sueños de esperanza y realidad y por eso, defendemos la vida, aún con la muerte, aunque parezca irónico y contradictorio.
Pero, con tristeza debo decir que no todos los sueños son buenos, pues hay de aquellos que se dicen malos y que suelen llamarse pesadillas, vaticinios de miedos y temores, engendros de la más profunda inconsciencia temerosa de la muerte. Propagadores de otras semillas que solo pueden germinar en los terrenos de alma temerosa y susceptible al miedo que se inculca a diario por lo que pasa. Por ello, no debemos alojar en nuestros corazones miedo sino valentía, una acorazada con solidaridad y esperanza, para afrontar lo que se nos presenta.
Como el Yin y el Yang nos enseñan, cada cosa o elemento tiene su contrario, y tal vez los sueños tienen a las pesadillas como su otro lado. Somos soñadores, portadores de sueños, buenos y malos, tranquilos o intranquilos, pero son más los sueños que generan calma y paz que aquellos que generan miedo y desesperanza, somos muchos más los hombres y mujeres que no sueñan con la destrucción del mundo sino con la construcción de uno cargado de paz. Los sueños no son utopía, los sueños son los proyectos del alma y como todo proyecto, depende del que los sueña hacerlos realidad.
Tal vez muchas madres en algún momento de sus vidas encontraron a sus hijos llorar por un pájaro muerto y quizás después esas mismas madres encontraron a sus hijos muertos como pájaros, tal como lo menciona Belli.
Somos autónomos de hacer realidad nuestros sueños, somos forjadores de nuestro futuro, somos alfareros de nuestras familias y aunque se crea que solo somos unos simples románticos, utópicos soñadores; somos capaces de multiplicar en el mundo los buenos sueños que nos permite seguir engendrando vida y esperanza. Y aunque haya otros que se han acostumbrado a soñar pesadillas y a portarlas como parte de su miedo eterno, no debemos permitir que sean ellas las que nos gobiernen, pues somos portadores de sueños, de los buenos, de aquellos que son perseguidos por la oscuridad de nuestros temores para conducirnos a un mundo de caos, rencor y resentimiento.
No permitamos que aquellos profetas de la oscuridad que se pasan las noches y días enteros vigilando nuestros pasajes y caminos buscando estos peligrosos cargamentos (los buenos sueños) para ellos, logren atraparlos; porque el que no tiene ojos para soñar no ve los sueños ni de día ni de noche, como también dice Gioconda Belli.
Por Jairo Mejía