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Porque soy liberal

¡No estoy acostumbrado a ganar las batallas, pero tampoco estoy acostumbrado a perderlas, ¡por ello jamás me rindo!

En un mundo perdido por los intereses de toda índole y en todos los campos, la libertad no nace, se hace y la hacen los hombres con criterio probo con sentido altruista y preocupados por el bienestar social de sus congéneres, por ello el liberalismo, que no es otra cosa que la ciencia y arte que conlleva a estos principios donde la equidad hace parte fundamental de este criterio sin confundirlo con la igualdad, pues la personalidad, carácter y don de las gentes no pueden confundirse para mezclar lo bueno con lo malo y así construir un futuro con intereses mezquinos que sólo llevan al desprestigio personal y social.

Un buen liberal siempre pone sobre la mesa la libertad, pero amarrada con el orden social que se demande; siempre tiene presente los principios con bondades de otras ideologías que no son negociables bajo coaliciones con prebendas personales para beneficio propio o de pequeños grupos sociales y económicos, sino bajo las necesidades de un estado social de derecho.

Todos somos liberales en una u otra forma, pero también somos conservadores, pues constantemente ponemos orden a nuestros principios en concordancias con las leyes y normas que hemos organizado como seres componentes de una sociedad para dirigirnos y mantenernos en una estabilidad de vida pública.

Da lástima como muchos ciudadanos amparados en sus ideológicas macabras tratan de negociar la dignidad de los partidos y movimientos políticos para dar rienda suelta a su avaricia de poder y riquezas desmedidas en son del principio de la falsa lealtad.

Con mis análisis cotidianos y los acontecimientos de la vida política liberal en nuestro medio, ya desde mucho tiempo atrás, por intuición natural, renuncié a las ideas políticas practicadas por el falso liberalismo y dije no al partido, pero si a mis ideas liberales, al liberalismo social, que es la doctrina de enlace con los grandes movimientos ideológicos, con los grandes partidos y con los grandes hombres que manejan a la humanidad con criterio humanitario y social.

Da lástima lo que hacen algunos jefes del liberalismo en nuestro país, que sin criterio intelectual, profesional y social, amparados por su constante clientelismo, o servilismo y de rodillas ante el poder económico desmedido y mal habido, amenazan con entregarse a las políticas absurdas con criterios totalitaristas para destruir los sistemas demócratas de los que ellos se han servido llegando a ser hasta rectores de sus gobiernos, gobiernos que bien o mal bajo criterios de gobernantes de altura política, cada día han tratado de marginar los actos contrarios a la dignidad humana en busca de mejores caminos para los pueblos.

Ser liberal significa entonces, no entregarse, pero si compartir principios sanos y comunes, compartir angustias sociales para mejorar nuestro entorno, compartir dificultades para resolver la vida y compartir los valores y principios humanos para evitar las guerras.

Ser liberal, significa que, aunque nunca se ganen las batallas jamás rendirse, es la filosofía, pues la lucha contra los promulgadores, predicadores y practicadores de los verdaderos anti valores humanos deberá ser permanente.

Por eso soy liberal, amo a mi patria y respeto sus normas y principios cuando están enmarcados en el bien común con criterio social.

Jamás habrá un estado de derecho en un país donde los jefes políticos pisotean a la gente buena, a los militantes de un partido sano, en este caso el Partido Liberal y no pasa nada.

Soy entonces liberal, porque actúo en función de mis sentimientos positivos dejando atrás el orgullo y la vanidad de poder, propia de los deshonestos e inservibles para una colectividad.

Los apátridas siempre serán apátridas por muchos vuelcos que le den a su vida.

Por Fausto Cotes Núñez

Categories: Columnista
Tags: liberal
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