Por: Imelda Daza Cotes
“Hay poca educación y muchos cartuchos – cuando se lee poco se dispara mucho” pancarta- marcha estudiantil en Cali
La educación es la columna vertebral de toda sociedad y la Universidad como parte del sistema educativo es de importancia vital. Debe ser un ente forjador de saber, de innovación, de ideas, de variedad de pensamientos y también un centro de debates, de discusiones, de crítica certera y seria, de búsqueda de soluciones a los problemas que plantea la sociedad y a los retos que esta enfrenta. Es innegable el rol político que le corresponde, ahí está su esencia, en manejar acertadamente las relaciones entre el Saber y el Poder, en entender y definir para quién existe, a quién debe servir, y cuál debe ser su naturaleza. Son las cuestiones de fondo que esconde el actual debate que se viene dando a propósito de la reforma educativa que ha planteado el gobierno y que el 95% del estudiantado ha rechazado
Los universitarios organizados en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) han expuesto sus críticas a la propuesta del gobierno y con gran lucidez han planteado soluciones a los problemas de la educación superior. Exigen ser escuchados, quieren aportar. Sus críticas son racionales, constructivas, convincentes y sus propuestas son viables. Han logrado algunas cosas. Se incrementó el presupuesto nominal -que de todas maneras sigue siendo insuficiente- pero no se aumentó la proporción que del PIB se destina a la educación. Se eliminó la expresión “ánimo de lucro” del texto del proyecto de reforma, pero mientras el Estado no asuma la financiación plena y suficiente de la educación superior esta no podrá responder a las necesidades del país porque los escasos proyectos de investigación siguen condicionados a los intereses de sus financiadores particulares, más interesados en atender cuestiones puntuales de su actividad que en resolver los problemas de la sociedad en su conjunto. Esto refleja un espíritu de lucro
La reforma educativa propuesta elimina los programas de Bienestar Universitario y promueve la privatización paulatina de la educación universitaria restringiendo aún más el acceso a los sectores de medianos y bajos ingresos y esto, en un país que exhibe la tercera peor desigualdad entre 129 países y ocupa el puesto 87(entre 189) en el Indice de Desarrollo Humano, es más que preocupante. El país va camino de reforzar una estructura educativa que es estratificada y por eso excluyente; unas élites minoritarias se concentran en las pocas universidades públicas y privadas(de alto costo) de mejor nivel académico; las capas medias se forman en universidades de escaso nivel que ofrecen programas de poca calidad, son bastante informales, poco reguladas y algunas mediocres. Los pobres del país, que son la inmensa mayoría, podrán aspirar a una educación técnica o tecnólogica poco creativa y mal remunerada porque Colombia no ha logrado un desarrollo industrial significativo donde el trabajador calificado sea valorado y bien pagado.
Afrontar los retos que plantea el mundo de hoy exige insertar el país en la economía global, requiere de una educación de calidad, pertinente e incluyente. Esto lo han comprendido muy bien los universitarios que protestan y reclaman y que se han destacado por lo innovadores; sus marchas son sorprendentemente originales, son un derroche de alegría, de entusiasmo, de buen ánimo, de mucho coraje, de ganas de hacer futuro. Saben lo que quieren, están convencidos de que tienen la razón y hábilmente han logrado despertar simpatía e interés entre los peatones, los transeuntes y la ciudadanía en general. Han desconcertado hasta a los policías que en Bucaramanga y en Cali los reprimieron. Sus consignas son atractivas, su estilo es fraternal y solidario, sus arengas son pacifistas y agudas, gustan y calan fácilmente. Le han inyectado optimismo al país. No han faltado los infiltrados de siempre, los saboteadores contratados para desprestigiarlos, pero la fuerza y la justeza de la protesta de los estudiantes los ha apabullado. Con una juventud tan comprometida con el país, renace la esperanza.
La gran Mercedes Sosa les dedicó hace rato uno de sus mejores cantos:
Que vivan los estudiantes jardín de nuestra alegría/son aves que no se asustan de animal ni policía/… y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauría
Me gustan los estudiantes que rugen como los vientos…..
Me gustan los estudiantes porque levantan el pecho/cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho/ y no hacen el sordomudo cuando se presenta el hecho…
Me gustan los estudiantes que marchan sobre las ruinas/con las banderas en alto a toda la estudiantina……..