Por: Imelda Daza Cotes
El proceso hacia el fin del conflicto como antesala de la paz sigue su curso. En Oslo se instaló la mesa de negociaciones como estaba previsto. Los discursos generaron todo tipo de comentarios: rabiosos, amargos y pesimistas unos, moderados otros y optimistas los menos. En realidad nada fue inesperado. El contenido de las intervenciones se correspondió con las posiciones antagónicas de ambas partes. Son esos desacuerdos los que desde décadas atrás han provocado los enfrentamientos. Esas diferencias no se han superado, es eso lo que se debate y es esa la discusión que hay que dar hasta lograr acuerdos que nos lleven a la superación del conflicto. Así es todo proceso de negociación
Lamentablemente parece que algunos periodistas o informadores no han comprendido la coyuntura que vive el país y reaccionaron de manera poco profesional ante el discurso de la insurgencia. A través de la radio nacional se escucharon voces de comunicadores condenando con rabia las opiniones que no compartían, descalificando a algunos participantes y poco les faltó para pedir que se cancelara de una vez el proceso. Flaco favor le hacen al país los incapaces de escuchar a sus contrarios, los intolerantes y los empeñados en ponerle palos a la rueda de la paz. Afortunadamente el vocero de la parte gubernamental manejó un discurso ecuánime, consecuente con el Acuerdo previo y todo indica que tiene la capacidad para manejar las dificultades que se van presentando y las contradicciones que van aflorando; eso genera confianza.
Los cinco puntos a debatir, incluidos en el Acuerdo inicial, son difíciles, como difícil es terminar la guerra. El tema agrario es muy sensible; el narcotráfico tan entronizado en la cotidianidad colombiana es complicado; la desmovilización no es nada fácil; la participación política en igualdad de condiciones para todos requiere de una madurez política que el país no tiene y ni qué decir del tema de las víctimas. Recientemente fui invitada a participar en un evento conmemorativo del genocidio contra la Unión Patriótica que se realizó en Bogotá. Asistimos cerca de 1.500 personas provenientes de todo el país y del exterior, con el propósito de rememorar una tragedia que hace 25 años provocó la desaparición de un movimiento político que representaba una posibilidad real de pacificación. También en aquel entonces los enemigos de la paz obstruyeron el camino de la reconciliación y prolongaron la guerra. Es una triste lección que no debemos olvidar. El genocidio significó, además, la pérdida de vidas humanas muy valiosas, el país perdió una parte de sus mejores ciudadanos. Fueron hombres la mayoría de las víctimas, y sus mujeres, abuelas, madres, esposas, tías, hermanas, hijas, amigas, compañeras, vecinas, cargamos el dolor de enormes pérdidas y de lamentables ausencias. Ellos y nosotras fuimos víctimas, por eso la paz es un asunto que nos compete a las mujeres y legitima nuestro derecho a ser escuchadas ahora cuando florece de nuevo la ilusión de una nueva sociedad
Los sobrevivientes a la barbarie no nos cansamos de clamar por la paz, queremos que las nuevas generaciones conozcan ese doloroso período de la historia colombiana (excluido de los textos escolares) para que comprendan que eso no puede repetirse y que las víctimas y sus familiares no estamos por la venganza, sólo pretendemos reivindicar el buen nombre de quienes fueron asesinados por ser miembros de la UP, queremos conocer la verdad de los hechos y reclamamos justicia
La delegación del departamento del Cesar a este encuentro de víctimas y sobrevivientes de la UP fue numerosa y muy calificada. Narrar lo ocurrido hace 25 años fue muy doloroso para todos. La cronología de esos fatídicos hechos desgarró nuestra esencia humana, pero al mismo tiempo se constituyó en una especie de catarsis que alivió las heridas. Fue un encuentro muy fraternal cargado de nuevos sueños y esperanzas de paz y reconciliación entre los colombianos
Detengamos los vientos de la muerte y superemos los miedos. Que llegue el sol naciente y renazca la vida para todos. Unamos las manos amigas y enemigas para que cerradas en puños y en abrazos recobremos la fuerza que urgimos para forjar una patria nueva donde quepamos todos y donde florezca la fraternidad