Tal vez uno de los grandes alivios de la Modernidad fue el ganado por el héroe. Antes de este momento, los hombres tenían la obligación de tener coraje y de cobrar sus propias afrentas o las de aquella comunidad a la que pertenecían. Debían refrendar su honor, el de los suyos, cobrar con la vida, incluso, lo que arremetiera contra su causa y su honor. Los pilares de la Modernidad, que se sientan sobre la construcción de la sociedad civil y con ella, las leyes y la norma, dejaron al héroe sin papel y con eso situaron también su causa como común para atender y ser resuelta desde la institucionalidad.
No hay entonces necesidad de violencia. Si un hombre es atacado o alguien cercano a él lo es, ya no hay afrenta, es un delito y no saldrá el héroe a defenderse por mano propia. Con la extinción del héroe se fueron también las grandes aventuras, los asombros, la espera del ingreso triunfante sobre el puente, la cabeza del dragón en la espada. La violencia es innecesaria hoy porque le quita a las instituciones su propósito de garantizar a los hombres su bienestar. Son las instituciones quienes absorbieron el papel del los héroes justamente para extender en toda la sociedad un comportamiento justo. Pero algo ha fallado y los héroes se resisten a perder su papel en la historia, así sea la instantánea de las redes sociales. Proliferan ya por fuera de las creaciones de Marvel y parecen salidos a puñados de todas las gavetas de los escritorios del Salón de la Justicia. Y para gran decepción, sin espadas ni poderes y, sin casi ninguna causa distinta, a aniquilar a quien piensa distinto.
El nuevo héroe ha saltado de la tierra a las redes, con sus post como espada cobrar la afrenta a quien piense distinto. Con su palabra para apuntar culpables y un hashtag para sumar miles de personas a su causa, señal de que los persiguen. Siempre se puede sacar al culpable de su sombra y exponerlo y además achacarle cualquier motivo, no ya el de la verdadera responsabilidad; incluso solo porque habrá reacción y likes, porque no está de este lado sino del otro del puente, porque se tendrá el favor y el fervor de la corrección política. Estamos forzando el muro para el consenso, porque tal vez la única causa sea que reconozcan mi razón, y por esa vía, pretender igualar el pensamiento y la acción.