Ayer 5 de junio, se conmemoró el Día Mundial del Ambiente, fecha establecida por la Organización de las Naciones Unidas en su resolución del 15 de diciembre de 1972, en la cual, también dispuso, que esta celebración anual comenzaría en 1974. Con el propósito de perpetuar la promoción del cuidado que se le debe prodigar a la naturaleza, con la continua renovación de su deterioro.
Sin embargo, pocos (por no decir ninguno) países miembros de la ONU han acatado el compromiso de conservar el medio ambiente en las mejores condiciones naturales posibles. Por ejemplo, al actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, su prepotencia provocada por la importancia superior que le profesa a la prosperidad económica, ni siquiera le permite creer en el evidente cambio climático, que hoy produce enorme perjuicio a gran parte de la población mundial.
Es notorio que la mayoría de los líderes de los países del planeta tierra, ignoran que «La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada hombre», elocuente sentencia del político pacifista indio, preclaro ambientalista defensor de los derechos humanos, asesinado el 30 de enero de 1948 en Nueva Delhi, capital de la India, a la edad de 78 años, por un fanático, contradictor del idealismo benefactor del bienestar colectivo.
En nuestro país, tanto la minería ilegal como la legal, producen malestar a su población. No obstante, la explotación de petróleo y gas está contemplado en El Plan de Desarrollo del presidente Iván Duque, a pesar de los múltiples cuestionamientos en contra de tal modalidad explotadora de energías y combustibles generadores de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global, cuyas consecuencias deletéreas tienen en jaque la economía agropecuaria colombiana.
Horrible, la isla de basura acumulada en las playas de Puerto Colombia, que hace parte del área metropolitana de Barranquilla. Tal isla está conformada por residuos provenientes del Río Magdalena, que su caudal arrastra, no solo los desechos arrojados en su cauce, sino todos los botados en los ríos y arroyos afluentes del río más largo del país, desde su nacimiento en la serranía del departamento del Huila, hasta su desembocadura en el mar caribe en las costas del departamento del Atlántico. Incalculable la cantidad de basura amontonada, en su mayoría contaminante y de tardísima degradación, además, dañina para la salud humana y animal.
Que decir sobre la controversia generada ante el fallo emitido por el Tribunal Administrativo del Quindío, que autoriza la explotación minera en el municipio de Salento, argumentando que, lo único que hizo, fue acatar una sentencia de la Corte Constitucional que señala que ni los municipios pueden prohibir los proyectos mineros o petroleros en sus regiones ni el gobierno central puede imponerlos.
Dicha Corte ha exhortado al Congreso a regular el tema de la explotación minera. Esperemos a ver que tanta influencia tienen los líderes ambientalistas, para evitar que la minería arruine a la gente de un lugar tan turístico por su belleza natural como el Valle de Cocora en Salento.