“Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino ¡justicia!” Esta célebre frase extraída del libro más leído después de la biblia, Don Quijote de la Mancha, nos reta en el análisis que queremos dejar plasmado en esta nota semanal. En Valledupar, tenemos suficiente material para ello, sabedores somos que a esta hermosa tierra llegó gente procedente de muchas zonas del país, especialmente de los Santanderes, sur de Bolívar, Magdalena y del Tolima, y que esa gente vino a sembrar su capacidad de trabajo, su idiosincrasia de campesino puro y a dejar en el campo su sudor y vergüenza propia de la gente trabajadora, esa gente que no espera que los manden, actúan.
Los tiempos han cambiado y las cosas en el presente nos dejan un panorama bastante triste en cuanto a la gente que ha llegado últimamente. Un mar de foráneos nos inundó y esa nueva gente, -contadas excepciones- ha venido a llevarse lo poquito que tenemos y a imponer la ley del desorden. En cierta oportunidad escribí una nota que titulé “Valledupar está fea”, y resaltaba hace tres años, que a nuestra tierra ha llegado mucha gente que resta, pero no suma.
No proponen, no traen proyectos de envergadura que nos permitan crecer como ciudad organizada. Si le sumamos a eso, a toda esa gente deshonesta, descalificada, que imponen el caos bajo la mirada a veces permisiva de las autoridades; otra joyita no menos preocupante: nos encontramos con el líder político social que anda con lupa, analizando los espacios en donde puede actuar y rebuscando a ver si se puede quedar con lo poquito que hoy tenemos. La corrupción campea y nada suele suceder con los organismos de control. Porque ya no hay padrinos que velen por la ciudad. Ni en las épocas más críticas se salva “el pobre pueblo”. Otra celebre del ingenioso hidalgo: “Lucho contra gigantes: la injusticia, el miedo, la ignorancia” y a eso debemos agregarle otro gigante, la corrupción.
Y es definitivo, nuestros actos hablan de nuestra esencia como seres humanos, imposible seguir trasgrediendo las normas, imposible seguir faltando a la verdad y al respeto; no es posible que no haya autoridad para imponer el orden. Es duro decirlo, pero quienes no quieran a esta tierra, que busquen para dónde coger. En este pueblo se le abre la puerta y el corazón a todo aquel que venga a aportar, a construir, a enseñar, a dar de manera generosa de las cosas buenas que tenga en su corazón. De maldad ya tenemos suficiente.
Queremos darle crédito a los hechos, a las obras, a la acción que construya; no a las palabras falsas y menos al proceder perverso, de eso también tenemos suficiente, Para cerrar, un mensaje a la autoridad, a los que nos dirigen: es menester su acción, por ende elegido fue para que al pueblo sirviera. Si el pueblo pide, al pueblo cumpla. Solo Eso.