Cuando se dice que el mico se rasca para adentro se alude al dicho que expresa ‘provecho personal’. El único que se rasca para afuera es el perro, los demás se rascan para adentro. “Esa es la regla general: provecho personal”.
Debería entenderse que el elogio de un periodista crítico vale mucho más que la chupada de media de alguien que sólo sabe rascarse para adentro: Son los periodistas prepagos. Es indispensable que alguien diga las cosas.
Ese provecho personal es la puerta de entrada a la corrupción, porque todo el mundo intenta utilizarse para sus propios intereses, a sabiendas de que la desinformación es lo que más daño le hace a la democracia y a las instituciones.
El dicho “El mico se rasca para adentro” es inherente a todo entramado, bien del orden económico, político, social, gremial o empresarial, porque el corazón nunca es neutral y hasta la justicia llegó a ser permeada por el cartel de la toga en los negociados de fallos judiciales.
El tráfico de influencia está ligado desde tiempos inmemoriales a ese provecho personal para sacar ventaja o la mejor tajada, configurándose el refrán: “El que tiene más saliva, traga más harina”.
Hecha la ley, hecha la trampa, esa es la naturaleza humana, pero obrando en justicia la ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie: Montesquieu.
Cuando los valores se invierten la sociedad se envilece, exacerbada por un modernismo que orondamente transgrede el Código Penal y le da visos de legalidad al fraude, el cohecho, el soborno, el chantaje, las chuzadas, los falsos positivos y otras conductas deleznables en beneficio propio.
¡Ay de los que a lo malo le dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!: Isaías 5:20.
Una sociedad envilecida tolera la corrupción y pregona que fulano trabaja bien, porque está robando, y si no roba los señalan de pobre diablo: ¡No dio para robar!, exclaman. Es el bajo instinto de los humanos, pensar que el fin justifica los medios y que cualquier método es válido para atesorar riquezas ilícitamente. Siempre han existido razones para justificar el mal. El que roba manifiesta su necesidad y el que mata alega su defensa.
Ese provecho personal es patético en Centros Poblados, escándalo asociado a la conectividad de internet que afectó sobremanera las zonas más apartadas y de difícil acceso, aunque la salud tampoco escapa a sus tentáculos, en el afán de justificar a las EPS que no les giran a las IPS (Clínicas y hospitales públicos), con el agravante de engendrar el paseo de la muerte, dizque el mejor sistema de salud del mundo. ¡Mandan clara, yema y cáscara! Y si seguimos no terminamos, un bálsamo para no deprimirnos en un universo de descalabros al erario.
El dicho es una especie de ley del embudo, expresión acuñada popularmente para denunciar una injusticia evidente que nadie se atreve a subvertir y que a menudo surge de alguna confrontación o disputa en la que vence siempre el más fuerte, no el que tiene más razón, atentando contra el justo principio de la equidad.