BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Un estudiante universitario me acercó la muñeca de su brazo para mostrarme la pulsera verde con la que sigue apoyando a Antanas Mockus, en una combinada mezcla de orgullo y desilusión; orgulloso de ser parte de los más de tres millones de colombianos que creen en una salida legal hacia el progreso, en una oportunidad distinta a la que han tenido los partidos políticos tradicionales que tantas deudas siguen teniendo con nuestra sociedad, pero desilusionado, a la vez, porque creyó en el rumor estudiantil de que al no tener ya puesta la manilla verde, había pasado al otro bando, renunciando a mi apuesta por la modernidad, al valor de creer que este país necesita de un gran proyecto nacional que diseñe una bitácora de viaje sólida y coherente basada en la legalidad democrática y la justicia social para las próximas décadas, distinta a la que desde hace casi dos siglos no ha podido estructurar la política tradicional bipartidista en Colombia.
Hay que tener sumo cuidado con los dobleces de la realidad, le dije; ella muchas veces tiende a mostrar una cara verdaderamente real y otra aparente, para que desprovisto de fanatismos o triunfalismos, pero con perspicacia, podamos percibir sin ahogos el mensaje más preciso de la primera, el que subyace más allá de la simple forma, más allá de lo visual, pero también el mensaje de la segunda, que muchas veces nos confunde haciéndonos ver espejismos y promesas construidas sobre el camino, para alentar la carrera mediática desde la cultura del atajo en la que el fin justifica cualquier medio, incluso la mentira que bien maquillada la hacen parecer verdad, volviendo el rumor, el chisme y el engaño una forma de combatir las buenas ideas, que pueden ser ligeras en su forma, pero poderosas en su fondo. A eso nos ha dejado acostumbrados esta cultura centenaria de volvernos cazadores de errores y jueces absolutos de lo cierto y lo incierto, lo que impide casi siempre que los árboles nos dejen ver el bosque.
La manilla que ahora no me ves, la regalo todos los días a otros quienes creen que es posible seguirse multiplicando por tres y aunque muchos quieran atemorizar con sus gritos de victoria anticipada, el trabajo de los verdes continúa con coherencia y con la dignidad del coraje, porque está validado por millones de voluntades que quieren expresar que la apuesta y el camino es diferente al de la otra campaña, es más largo, difícil y sin atajos, pero posible, si asumimos nuevos liderazgos para derrotar a la vieja dirigencia politiquera que está tan segura de su extinción, que ha tenido que unir sus fuerzas como lo hicieron en un pasado para repartirse burocráticamente el país y asegurar su pizca de poder.
El problema en estas elecciones no lo constituye Juan Manuel Santos, quien como persona merece respeto por su profesionalismo y sus méritos. El gran problema es la dirigencia política que viene en picada y para sobrevivir un poco más se prende como sanguijuela de quien necesitándola para sacar adelante su proyecto presidencial puede terminar vendiendo a pacerlas el futuro del país, como si fuera cierto que el fin justifica los medios.
– Parece que ya no hay nada que hacer, me dijo. Ante eso le expresé algo de lo que estoy convencido: – hay mucho por hacer aún; hay mucha gente por convencer de que no se mantenga en la abstención, hay que multiplicar nuestro voto por tres, hay que seguir fortaleciendo al partido verde para que a futuro hayan más alcaldes, concejales, gobernadores, diputados y senadores que coincidan con el proyecto de la decencia y la legalidad, para que Colombia desde la presidencia, pero también desde cada provincia inicie el tránsito hacia una nueva etapa en donde sea posible convivir desde las diferencias, administrar sin ser señalados de corruptos, en donde hacer las cosas bien tenga como premio el aplauso y la valoración de la gente y el hacer lo ilegal sea desterrado de la cultura a través de la censura social y una pedagogía de la democracia que sobredimensione el valor de la vida.
Hay que aprender a convivir con los dobleces de la realidad, le insistí, pero para eso la creatividad y la inteligencia a través de la educación deben darnos las herramientas para distinguir, percibir y clasificar esos dobleces inevitables que siempre nos ofrece nuestra realidad, porque con Mockus la esperanza es lo primero que se gana.
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