Por. Anuar Cortázar Cáez.
Las manifestaciones de protestas que la ciudadanía colombiana en diferentes partes del país se llevó el viernes 11 de enero, solicitando la renuncia del fiscal general de la Nación, esto demuestra que el pueblo se está cansando de tanta, pero tanta corrupción y de casos insólitos que se dan.
El fiscal general, Néstor Humberto Martínez Neira, el más aberrante y caradura en la larga historia oscura de Colombia, sigue en su trono ileso, sonriente y sereno entre la tempestad que lo deja en evidencia contra las supersticiones de su defensa y sus pretextos. No lo intimida nada, aunque los muertos sigan hablando a sus pies con tarros sospechosos de cianuro y testimonios inconclusos.
No lo ha asustado tampoco la renuncia del director de Medicina Legal, Carlos Valdés, quien después de siete años en el cargo demostrando un profesionalismo serio confesó extrañamente errores infantiles en la necropsia de Jorge Pizano, el testigo fundamental que esclarecería las coimas que el fiscal ha tratado desde el principio con risas de hiena en los mismos audios que no lo han podido tumbar, aunque sean pruebas convincentes.
Son tantos los casos oscuros en que se encuentra el fiscal, Odebrecht es solo un capítulo en el rosario de asuntos por investigar administrativa, fiscal, disciplinaria y penalmente, aun cuando es el que más ha llamado la atención al país y al mundo, por sus ramificaciones brasileras en todo el continente y, por los altos montos de las coimas o sobornos entregados generosamente a cuantos mandatarios y subalternos de estos sucumbieron a las delicias de la ostentación y compra de conciencias.
La estadía del fiscal de seguir en su puesto, es una vergüenza para el país, le está haciendo un enorme daño a la nación, y que mensaje le están dando a la juventud, es el de la deshonestidad, insinceridad, lo inmoral, el de la corrupción, cuando la fiscalía debe brindar pureza, moralidad, virtud y ética, pero sigue anquilosado en su silla, como si aquí no pasara nada. Pero el fiscal está amparado y protegido por los grupos políticos más fuertes y corruptos del país, porque los está favoreciendo de las fechorías y abusos que estos hacen.
El pueblo le pide la renuncia, por la dignidad, honra y pulcritud de Colombia, por la pérdida de legitimidad de la Fiscalía, una de las principales víctimas del escándalo es la entidad, si las personas no creen en su transparencia, ni avalan sus actuaciones, no denunciarán y, en esta medida, se borran los desincentivos para que los criminales cometan delitos. Es decir, en últimas, la pérdida de legitimidad de la Fiscalía puede aumentar los índices de impunidad aún más y, en consecuencia, especial la corrupción.
Lo mejor en estos momentos lo que le puede pasar a Colombia es que el fiscal, quien perdió la credibilidad, como para la institución que renuncie y se nombre un nuevo fiscal general, sin tantos conflictos de intereses con dignidad y honradez.