El capitán Rumbo es piloto de rutas comerciales y es el encargado en su aeronave de trasladar a Zuleta en vuelos chárter por toda la geografía nacional cuando en sitios distantes hay compromisos que cumplir.
En estos vuelos casi siempre va Zuleta enguayabado y como un principito duerme durante el recorrido, pero en uno de estos los factores se invirtieron, Zuleta iba fresquecito y el del guayabo era Rumbo quien lo acomodó en la silla del copiloto teniendo que enfrentar uno de los pasajeros más inquietos y curiosos que le haya tocado.
Oiga capi, como es el cuento del timón le interrogo inicialmente, es lo mas de sencillo, fíjate si lo traes hacia ti el avión sube y si lo retiras hacia adelante entonces baja.
Poncho repitió el ejercicio entusiasmado y con una sonrisa de oreja a oreja le puntualizo si lo jalo pa’ ca’ se empina y si lo hecho pa’ allá se inclina, caramba si esto es casi igualito a un caballo, si le jalo la rienda hasta se para en dos patas y si se la aflojo agacha la cabeza y se atesa a corre y la brújula la lleva uno es en el ojo.
Bueno capi y si uno va bien centrao y con la chancleta hasta el ñame y se le aparece un nubarrón de esos bien negros, donde tiene este aparato el rever pa’ devolverse, no Poncho, esto no tiene rever, hay es que dar un viraje hacia donde este más claro y así evitar metérsele a uno de esos monstruos meteorológicos, que son los cúmulos y son demasiado peligrosos, osea que hay es que sacarle el lance, hay que coger bien la curva añadió Zule, yo creo que esto pa´ mi será los más fácil con la experiencia que yo cogí en “la curva” allá en Codazzi; oiga capi la verdad es que yo me siento ya competente pa’ pilotea este aparato así que présteme la cabrilla pa’ que vea.
Volaban hacia Barranquilla, con cielo despejado y muy buen tiempo y con mil advertencias el capitán le cedió al copiloto el mando de la nave. Poncho no lo podía creer, él era el piloto y con sus suaves virajes hacia los lados y ligeros ascensos y descensos demostraba que había asimilado bien las indicaciones.
Faltando diez minutos para llegar al aeropuerto Ernesto Cortissos le dijo al capi, por favor hágase cargo de la aeronave mientras yo consulto el manual de vuelo.
Esa noche recreando el episodio con sus amigos en Barranquilla les decía, la verdad es que a mí solo me faltó aterrizar, o de no, yo no fuera cantante.
Lo único que me preocupa de estos aviones de ahora es que no traen pito, porque pal’ aterrizaje y el despegue aquí en Valledupar de donde uno menos lo espera se le atraviesa una mototaxi en la hoja.