El Doctor Hugo Mendoza, famoso abogado conocido en los estrados judiciales por sus categóricos triunfos, curtido practicante del póker y billar en los exclusivos salones del Club Valledupar, en su columna de opinión al referirse al nuevo CD de Poncho y El Cocha, se ocupa principalmente del pocón de saludos, casi 100 y al respecto anota: “Zuleta en esa materia es impredecible y desde luego creo que no cobre por ellos. ¡¡Eso jamás!!. Él reparte cariño, adelanta o hace pago de favores de todos los pelambres, ora satisface vanidades”.
No cobra, lo aseguro, porque sí así fuera con lo cancelado por los Álvaros (Morón y Muñoz), José Casquita (otro negreado) y Alberto Orozco, estaría más rico de lo que está.
Casi 72 horas duraron en la casa de Poncho tirando cohetes de gran potencia, de los que se usan para alejar a los patos en las arroceras y casi al volverme loco de esos petacazos, tempranito fui a quejarme y que va, que queja ni que carajo, eso era incontenible con tanto borracho amigos amanecios y terminé echándome unas Costeñitas muy frías que por canastas mandaba Pablo Carreño el dueño de la tienda Parque Novalito que está que se solla porque fue distinguido con un caluroso saludo de Poncho, pero pude ver otras cosas: de por allá lejos, de los Santanderes llegó un 350 full de carne, una fresca y otra oreada; no sé de donde, listas, peladitas y enteras 20 guardatinajas con más de 200 arepas limpias, acompañadas de 100 conejos y 2 bultos de yuca de El Molino y de Villanueva, 5 cavas llenas de pescao, sierra, lebranche, urel, pargos rojo y negro, robalo y cazón y 3 más hasta los teques de langostas, langostinos, camarones y pulpo, sumado a esto, 20 frascos de vidrios bocones repletos de tortuga frita procedentes de Riohacha, con el sello inconfundible de nuestro buen amigo Lucky, seguidito vi 3 ó 4 calderos grandes como de 10 libras cada uno, llenos de arroz de camarón hecho en Palomino que es el mejor del mundo, de pronto sentí que me estaban mirando y voltié a ver y encontré más de 100 morrocones con la cabeza afuera encantados en mí, listos para su sacrificio y en fila colgados y preparados para consumir docenas de venaos y chivos y me imagino porque no las vi, algunas 500 gallinas criollas con malanga Villanuevera y Urumitera que al cocinarlas quedan tan suaves como el Vick.
El Old Par corrían como corren las aguas del Guatapurí, pero en invierno, porque en la casa de Poncho cuando hace verano al menos hay primavera, porque el verano ahí no existe, ya que en la casa de los Reyes la abundancia campea y en atender, él es un Rey; en eso salió Poncho, me abrazó, me besó en la frente, señal de temple y en eso también llegó un mensajero con una caja transparente en donde pude observar cientos de empaquecitos dorados con una pastillita azulita, que él cogió con avidez y se la llevó y yo aproveché para irme y evitar una juma fija.
Válido el reclamo de Hugo al haber sido excluido en la lista de los saludos, él sabrá porque lo hace, pero como todo mundo se defiende, ya veo a Poncho haciendo su defensa y diciéndole que esos saludos son para la gente del común y los de siempre y que para él en el próximo lo hará en las 12 canciones.
Les propongo a Poncho y al gran Jorge Oñate a quien felicito por su gran Congo y al que he oído en inolvidables parrandas en La Paz con el Negro Morón, los Álvaros Olivella, mi compadre Armando León y orientados por mis también compadres no de cabuyitas sino de sacramento Pedro Andrés y Ubaldo Torres, cantar rancheras, que se fajen un CD con Cariño Santo, Laguna de Pesares, Con la Mitad del Cariño, La Mano de Dios, Ojitos Verdes, Cuatro Caminos, Entre Copa y Copa y la infaltable El Rey que tanto cantamos emparrandaos con Luquita e intercalado con un bolerito como Quisqueya y se lo regalen a quienes tanto los admiramos y queremos. Den algo que bastante la vida les ha dado.