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‘Poncho’ Campo: un hombre de paz y de progreso

Después de padecer una larga y penosa enfermedad, atribuida a las secuelas que le dejaron sus dos secuestros (1989 y 1992) de los cuales fue objeto, falleció a la media noche del pasado sábado 13 de agosto el abogado rosarista Alfonso Campo Soto. Su plagio a manos del ELN se vino a sumar a la ignominiosa lista, según registro del Centro de memoria histórica, de 2.621 víctimas de este atroz y abominable crimen en el Cesar entre 1970 y 2010, sufriendo el oprobio y las vejaciones a los cuales son sometidos ellos, amén del dolor y la incertidumbre a la que son expuestos sus familiares.

Pero, tan amarga experiencia no lo amilanó, él la asumió con entereza y estoicismo, como si fuera sólo un traspiés en su vida, aunque la procesión de sus dolamas fuera por dentro minando su salud. ‘Poncho’, como lo llamamos familiarmente fue valiente y corajudo, nunca se arredró ante la amenaza ni cedió ante el halago. Caracterizado dirigente del Partido Conservador, él fue un líder doctrinario, disciplinado, de una sola pieza, como eran los de antes. Gran amigo y copartidario de mi papá, Evaristo Acosta y a la postre amigo mío también.

Dos momentos importantes en los que nos cruzamos en nuestro camino son recuerdos perdurables para mí. El primero, aquella noche en la que se me tributó un homenaje en el Club Campestre Valledupar, con motivo de mi exaltación a la Presidencia del Congreso de la República y él se ofreció para ser el oferente del mismo. A su deferencia le correspondí con la gratitud. El segundo, fue cuando en mi calidad de Senador recibí de parte de ‘Poncho’, en representación del empresariado cesarense, la solicitud para que yo gestionara ante el presidente Samper la adjudicación  de un área para la explotación de carbón (El Hatillo) en cabeza  de la Empresa promotora y explotadora del carbón del Cesar (EMCARBON) de capital cesarense, lo cual logramos coronar con éxito, empañado después por la incursión del paramilitarismo, que él tuvo el arrojo de denunciar.

Alfonso Campo Soto fue un servidor público de aquilatadas condiciones personales, profesionales y éticas. Se desempeñó como rector de la Universidad Popular del Cesar, representó con lujo de competencia a su departamento en la Asamblea, en la Cámara de Representantes y en el Senado de la República. También fungió como viceministro de las carteras de educación y transporte, como embajador ante las Naciones Unidas y en China. 

El Cesar le quedó debiendo la gobernación, a la que aspiró sin éxito en dos oportunidades, pero la suerte le fue esquiva. ‘Poncho’, ante todo, fue un hombre de paz y de progreso, que trabajó arduamente por el Cesar y por Colombia, dejando una honda huella a su paso por este mundo.

Deploramos, junto con mi señora e hijos, su deceso y le expresamos nuestras más sentidas condolencias a su querida esposa Omayda Eljah, a sus hijos Alfonso Campo Martínez, Alfonso Rafael, Juan Manuel, Isabel y Ana, así como a sus hermanos Rodolfo, Inés, Sonia, Joaquín, Eduardo y demás familiares. El consuelo de ellos y de sus amigos ante su partida es saber que, como dijo José Martí, “la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida” y este es el caso. Paz en su tumba!

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