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Polvo eres

Por: Rodrigo López Barros

El 22 de abril de cada año se conmemora el día de la tierra; su dedicación se le ocurrió al ambientalista estadounidense Gaylord Nelson, en 1.970.

La congratulada comenzó a formarse en el abismo absoluto por la acumulación de polvo celeste, en continua expansión circular, inflándose como un enorme embrión, hasta hace aproximadamente 4.500 millones de años, data en que advino a ser miembro propiamente de los entes siderales, dentro de nuestro sistema solar.

En el decurso de las miríadas de años transcurridos ha debido desarrollar inmensos esfuerzos y recomposiciones sucesivas interiores y externas a fin de lograr servir de amable cuna a los hombres que vendrían a llenarla, para quienes justamente había sido creada.

En la actualidad, gracias a las ciencias astrofísicas, a las tecnologías correlativas y a los viajes espaciales, de cuyo primer experimento a cargo del ruso YURI GAGARIN se está cumpliendo medio siglo, el hombre puede observar el espacio abierto sin finitud alguna y particularmente a uno que a otro astro, llegar a la luna, y emprender muchas otras aventuras cósmicas.

Pero el planeta cuya visión desde el espacio infinito sorprende más al hombre y éste podría ser considerado como grande y pequeño, a la vez, y que sobrecogió a GAGARIN, según su propia versión, es el de su hábitat natural, la tierra, azul y verde; y le hizo exclamar que había sido lo más hermoso y bello que había visto en su vida, y nos estimuló a que la guardáramos y amaramos, sin posibles comparaciones con ningún otro bien.

Ojalá todos los hombres, por lo menos un número considerable de ellos, pudiéramos llegar a tener desde las lejanías del espacio una visión semejante de nuestra madre  la Tierra. Así será muy probablemente en un futuro próximo o lejano. De esa manera adquiriríamos una conciencia cósmica, tan diferente a la parroquiana de ahora, y llegaríamos, por fin, a amarla y bendecirla.

Pero en el entretanto podemos utilizar nuestra imaginación a fin de que ayudados por ella saltemos hacía el espacio y admiremos desde las alturas inefables el regalo recibido; no ha de caber dudas que entonces el hombre, sin más discusiones filosóficas y sin más disputas estériles y egoístas, podrá por fin, como está mandado por la suprema Sabiduría, amar a su Creador sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo.

Sí, las perspectivas mentales que se logran por fuera o más allá de lo que somos mediáticamente son muy superiores a las que tenemos cuando no nos alejamos de lo que pudiéramos llamar el problema. Esta es una realidad comprobada por la sicología experimental.

Ahora, siempre hemos oído decir que el hombre es el rey de la Naturaleza. Ese rey, sin embargo, no pocas veces ha pensado y actuado como un ser enigmático. Generalmente, desea hacer el bien, y no obstante suele terminar haciendo el mal. Esa conducta es como un hilo conductor que lo ha tejido desde sus origines hasta el presente. Su relación con su madre la Tierra no ha sido una excepción.

Las inundaciones en que ahora está sumida buena parte de su territorio, particularmente en Colombia, no es más que los efectos de causas lejanas y próximas de la ambiciosa e insensata explotación de los recursos naturales no renovables, o difícilmente renovables, lo que ha repercutido desgraciadamente tanto en su corteza como en la atmosfera: Detritus tóxicos han venido reduciendo la capa de ozono; la basura cósmica que gira alrededor de su órbita, degradándola, pone en peligro los viajes espaciales; deforestación, que malogra especies vegetales y animales; contaminación del agua, portadora de infecciones y malos olores. Como colofón: cambio climático.

Y qué decir de la contaminación auditiva, causada por la asociación alocada de micrófonos y altoparlantes, agresivamente usados para emitir música estertoria, y aún hasta para celebrar actos religiosos.

Pues bien, está comprobado científicamente que la exageración desmedida en los niveles auditivos de decibelios (la gente se acostumbra enfermizamente) produce: hipertensión arterial, ulcera, sordera, gastritis, y hasta impotencia sexual.

¿Será posible revertir sus causas letales? Quizá, pues no parece que existan censuras  ni censores.

rodrigolopezbarros@hotmail.com

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