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Politiqueros sin palabra

De aquellos discursos con contenidos cualitativos, que enardecían de verdad la conciencia de los escuchas y alineaba a los incrédulos, quedan muy pocos en Colombia.

Ahora prevalecen los discursos con diatribas, con bravuconadas y aleaciones sacadas de las mentiras y las ofensas.

Los discursos de los políticos se circunscriben, ahora, al manejo de unos asesores que son los que disponen los contenidos del mismo. Es decir, hay más de trapisondas en los argumentos que convierten la palabra en un discurrir de mentiras, de engaños y de ilusiones que nunca se cumplen, como le pasó al Coronel de Gabriel García Márquez, a quien nunca le escribieron, porque el gobierno lo abandonó a su suerte con su esposa, en ese pueblo de miseria estatal. Quince años esperando una pensión que el Estado le embolató.

Mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan sostienen que los candidatos deberían tener discursos coherentes, pensar más en la gente que en el mismísimo país. No hay escuelas sin estudiantes. Entonces, pensemos en la gente, “en el sujeto dinamizador”, como lo establece en su magistral obra el sociólogo Francés Alain Touraine.

Muchos están hastiados de esos discursos insulsos de Vargas Lleras y de Iván Duque, sus discursos demagogos son los mismos de hace 200 años o iguales a los de Lleras Camargo, Alfonso López, Misael Pastrana y Carlos Lleras Restrepo. Cómo se añora a Gaitán, ‘Nacho’ Vives y a Milciades Cantillo.

Esas alocuciones de Vargas Lleras y Duque son un remedo de Turbay, de Barco, de Gaviria, de Andresito Pastrana, de Uribe y de Santos. Son los mismos discursos sin coherencias ni cohesión, son un insulto para la democracia. En fin, Uribe va a Pastrana como Duque va a Uribe.

Siguen prometiendo puentes en donde no hay ríos y están más pendiente de calumniar para ganar adeptos. Aunque no comparto del estadunidense, Bryan Caplan, el planteamiento: “La demagogia es una estrategia ganadora mientras haya un electorado prejuicioso y crédulo…”, sí considero que la palabra en el discurso debe tener un aliciente transparente, de lo contrario se deshace la democracia con politiqueros sin palabra, contrario al gallero.

Las palabras de Petro, Fajardo y De La Calle difundidas en las redes sociales y en las plazas públicas conservan la etiqueta política, pero igual desarrollan venenos de polarización.

Los colombianos quieren una palabra limpia, no esperanzadora sino práctica; no la misma de siempre, no; quieren una palabra confiable, que los identifique y, sobre todo, que los saquen de este laberinto en que los metieron los mismos con las mismas. Hasta la próxima semana.

tiochiro@hotmail

@tiochiro

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