El poder de las palabras positivas nos lleva a pensar de manera saludable, nos genera felicidad y nos hace la vida longeva. De esto quiero hablarles hoy. Sin tocar el tema del Si o del No que ocupa en este momento a todo el país. Un plebiscito que nos tiene polarizados y más arraigados a nuestro propio no creer que las Farc vayan a dejar su manto de maldad.
La idea es que pasemos del miedo a la esperanza y que por fin desterremos el síndrome del no de nuestro lenguaje. Los colombianos somos negativos por naturaleza, eso nos hace daño, no nos deja avanzar. Anteponemos el no hasta en las cosas buenas; si lo quiere comprobar haga usted el ejercicio, desprevenidamente al saludar a alguien fíjese en su respuesta. -Buen día ¿cómo está? Usted va a obtener respuestas de este tipo: -No, bien. O escuchará: -Ahí, más o menos. Una muy clásica: -Jodido, pero tú no tienes la culpa.
Otra que puede surgir de manera espontánea: -Aquí, como cuando tú eras pobre. Somos expertos negativos y dudamos hasta de nuestra sombra. Si un hijo al padre abraza y le dice que lo ama, éste de una, piensa y manifiesta: -¿qué me irá a pedir? algo quiere. No confiamos en lo natural, en lo que nace del corazón. Le damos más credibilidad al no. La Policía no es buena, es corrupta. El vecino no se preocupa por ti, es chismoso. El alcalde no es dinámico, no sirve; no muestra obras, solo se preocupa por las fotos y las redes sociales.
Son algunos diagnósticos del síndrome del no. Seguimos marcando el pesimismo. Como si fuese normal en nuestras vidas “Si nos va bien quedamos de terceros… y siempre falta el centavito pa’l peso”, que vaina.
Debemos procurar ser optimistas y tener confianza; ser realistas y llenos de positivismo. Mantener el corazón abierto, para que las cosas buenas, que nos merecemos, no encuentren obstáculos y las malas salgan sin problemas. Para contrarrestar el síndrome del no, la idea es llenar de “buena vibra” nuestro lenguaje. Con los amigos, expresando la alegría de verlos.
A los hijos hablarles con amor, con palabras de cariño. Con la pareja, un “nosotros” en el momento clave, da confianza, genera fuerza, mucho más que el “yo” y el “tú” que tanto distancia una relación. Cada vez que pueda, dígale al hermano, a su mamá, a su papá… al vecino; a su esposa o esposo, al amigo, “te quiero”. Así se asombre y piense que estás loco. No importa, un día cualquiera, de retorno, recibirás un abrazo y la alegría de un… “yo también”. Así se inicia. Nada más hermoso que recibir la aurora con un cálido saludo, un “buen día” lleno de amor.
Nunca neguemos un abrazo y una palabra de afecto. Hace tanto bien, darla como recibirla. Haga la prueba y observe con atención el impacto que causa; favorece las relaciones sociales en nuestro entorno. Iniciemos hoy. ¡Dele un abrazo al que tenga al lado y no olvide decirle… te amo! Sólo eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara