Pocos días llevamos de debate político para elegir alcalde, concejales de Valledupar, diputados y gobernador del Cesar, no le hemos escuchado a los candidatos a estas corporaciones públicas una sola propuesta que beneficie la actividad cultural que más renombre le ha dado a la región, la música vallenata.
Siempre pregonamos que no es justo que esta actividad folclórica, que hoy se pasea por la geografía nacional e internacional como Pedro por su casa, dándonos a conocer en tierras insospechadas, siga recibiendo, por parte de los políticos, el mismo tratamiento de hace 50 años atrás, cuando los juglares eran remitidos a los patios de las casas más humildes de la región, que eufemísticamente le llamaban parrandas, actividad que era nada más que la brutal discriminación nacida de la vergüenza que sentían por los intérpretes y la música que generaban nuestros cantores campesinos.
Los políticos, muy melosos y camaleónicos ellos, pregonan ser muy amigos de los cantantes famosos y adinerados, a los cuales contratan para alegrar y llevar gente a su eventos y escuchen sus estrategias proselitistas, que poco benefician a los compañeros del cantante y después posar con el artista mostrando fotos abrazados y sonrientes en las redes sociales, con esta actitud creen ellos, como ha sucedido miles de veces, están demostrando su admiración y amor por nuestro folclor.
Craso error, la música vallenata no es para lo que ellos únicamente creen, beber ron y llevarles público a sus concentraciones políticas, el folclor vallenato es mucho más que eso, es identidad, cultura, destino turístico, leyendas, mitos.
Cuánta falta hace que un candidato proponga desagraviar la obra musical de los juglares vallenatos que tanta gloria nos han dado, y si el político logra sus propósitos, levante efigies o escultura de los músicos , que les recuerde a nuestros niños su grandeza y de donde viene nuestra riqueza musical y a la vez nutrir al turista que cada día llega en masa a nuestra región a conocer la vida y obra de nuestros artistas: Escalona, Alejo, Luis Enrique, Emiliano, Diomedes, Leandro, Calixto, pero los visitantes quedan como la cometa loca, totalmente desorientados, desubicados, se topan que en la región no hay nada que indique que esta es la tierra del vallenato, que esta es la comarca que parió a estos grandes trovadores, dueños de mágicas y alegres canciones que el mundo conoce, pero que nosotros no le hemos dado el valor que merecen.
Cuanta falta hace que se delineen, estructuren y adecuen las diferentes rutas folclóricas que tenemos en la región, no solamente para mostrar nuestra riqueza musical, sino para crear las tan necesarias nuevas fuentes de trabajo.
Nos gustaría que la Ley Diomedes, que se utilizó como estrategia para favorecer egos políticos sin ningún pudor y nada a favor para el folclor, sea una ley que proteja y cobije a los compositores y resto de miembros de los grupos vallenatos que deambulan algunos con hambre y sin protección social. Ilusionarse en macondo es utópico, tanto como creer en políticos.