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¡Pobre pero honrado!

En varias ocasiones le escuché a mi papá decir que si trabajando se conseguía dinero, tanto los burros como los camellos no tuviesen donde echarla; pero además, que el dinero que se conseguía de manera ilícita no solo se llevaba el mal habido sino también el que se conseguía con honradez; después de muchos años de haber dejado mi padre este mundo,  hoy solo estoy de acuerdo con lo primero porque la realidad en la ecuación económica nos muestra que la riqueza nada tiene que ver con la honradez sin que con esto quiera decir que no haya millonarios honrados y pobres sin escrúpulos. El hecho es que alrededor de la cultura hispanoamericana  se instituyó una conveniente cultura de sumisión y del temor a un dios castigador para no progresar económicamente. 

Partamos de la historia de la historia. Desde los imperios formados, incluso diez siglos antes de Cristo, el modelo de acumulación de riqueza no fue precisamente guardando los modales y las buenas costumbres, en ninguno de los casos estos imperios llegaron a los territorios conquistados diciendo “disculpen, tengan la bondad de empacar su oro y nos lo entregan, muchas gracias por su colaboración”, no señores, se hizo a fuerza de espada y ríos enteros de sangre y sufrimiento, así las cosas ¿qué ha cambiado desde entonces? En realidad, nada ha cambiado, las leyes de la riqueza, al menos en lo que conocemos en la historia reciente, ha estado marcada por las mismas prácticas tanto en los países, en las corporaciones y, por supuesto, en las personas.

Ejemplos cotidianos muestran que la ética, la moral o las buenas prácticas no están asociadas a la construcción de capital en nuestra cultura; por ejemplo, usted va al puesto de verduras a comprar y si deja que el encargado le despache, ella o él van a intentar por todos los medios de meterte en la bolsa la verdura que ya está a punto de podrirse, las naranjas más pequeñas, otros buscarán deshacerse del billete roto o quizá falso que tiene en su caja y debe “metérselo” a alguien; por supuesto tiene sus excepciones, pero la regla general opera así; ahora bien, si empezamos a subir en la escala, en el gran supermercado la oferta del día por lo general tiene asociado un producto que está punto de vencer o cuando estás tramitando el crédito en el banco, el asesor te mete un seguro que no has pedido y que no necesitas, todo lo anterior tiene un solo objetivo: ganar más.

Hasta aquí solo he mencionado prácticas que se alejan de la ética y las buenas formas, pero si seguimos hurgando se vuelven más escabrosas desde el punto de vista de la escala moral que nos impusieron. ¿Es casualidad que solo 4 % de la población sea dueña de la fortuna del mundo? Aclaro, no estoy criticando a quienes han acumulado capital, ni más faltaba, lo que estoy haciendo es un análisis sobre una realidad que nos ha acompañado como cultura de pobres y que tiene arraigada en su memoria histórica mandatos mentales como que “primero pasa por el ojo de una aguja un camello que un rico al reino de los cielos”, o “prefiero ser pobre pero honrado” y otra serie de patrones que cohibidos por un castigo divino ven la riqueza como una maldición o definitivamente eso de tener riquezas daña el corazón, por eso es mejor seguir siendo pobres para ser personas buenas, en este punto estamos.

Inglaterra, Francia y España que son nuestros referentes más cercanos, son los precursores del modelo actual de riqueza, pero con un componente particular, detrás de sus métodos siempre ha estado la influencia de familias judías que han sido exitosas financieramente desde siempre; por ejemplo, el concepto de “paraísos fiscales” se lo debemos a las prácticas piratas que después de saquear los pueblos escondían los tesoros en islas del Caribe, no en vano hoy aún a esas islas se les llama así, y no podemos dejar de mencionar a la esclavitud como un factor clave en ese proceso.

A pesar que hay modelos que buscan hacer más humana las formas de acumulación de capital, la constante es que en su mayoría tienen un componente de pillaje, saqueo, mentiras, traiciones, negociar valores, matar si es necesario, prácticas prohibidas en la escala moral de los pobres, pero totalmente permitidas en el libro sagrado de algunas familias, así que sáquese esas ideas de la cabeza y dedíquese a hacer dinero.

Por: Eloy Gutiérrez Anaya.

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