Por Gustavo Cotes Medina
Colombia, como todos sabemos, es un país con una de las peores distribuciones del ingreso en América Latina y, su vez, se caracteriza por ser la Región más desigual del mundo. Sin embargo, se presentan algunos avances en los dos últimos años que muestran tendencias favorables de la inequidad y, además, la proporción de personas de bajos ingresos sigue disminuyendo. Queda la impresión que las cosas están mejorando.
Estas mejoras se hacen extensivas para otros países de la Región especialmente por los precios de exportación de las materias primas y el dinamismo del sector privado, lo cual se traduce en más oportunidades de empleo y en una pobreza que ha caído al punto más bajo de la historia, que aún puede mejorar con los subsidios para los adultos mayores y los programas de vivienda gratis que ya empiezan a entregarse.
Claro que siempre a la celebración le falta algo para encender las velas: la brecha entre la Colombia rural y urbana se está ampliando de manera escandalosa, con lo cual se concluye que combatir la desigualdad entre el campo y la ciudad es una tarea enorme que sigue pendiente, mostrando sus dientes.
Pese a las dificultades de la economía colombiana, el Banco de la República espera que el producto interno bruto-PIB- tenga un mayor ritmo de crecimiento en los próximos meses, en la medida que el gasto agregado reaccione a la política monetaria, fiscal y a los programas anunciados por el Gobierno Santos.
Tenemos algunos indicadores económicos que son débiles, pero existen otras acciones positivas que se destacan como el ritmo de crecimiento de las exportaciones industriales. Algunos analistas autorizados tienen otra visión y consideran que las medidas indirectas de políticas no son suficientes, dependen del entusiasmo del sector privado y no atienden los problemas de fondo del sector industrial. En realidad, se observan algunas contradicciones en estimular la salida de capitales y hablar de mayor inversión.
Además, la caída reciente de la Bolsa, los problemas del agro y de estabilizar el precio del dólar, combatir el contrabando y disminuir los costos productivos, nos están señalando que seguimos en tiempos difíciles y turbulentos que, de alguna forma, nos introducen en una incertidumbre económica.
Se espera que el Plan de empleo y productividad, con una inversión de cinco billones de pesos, que incluye medidas cambiarias, tributarias, arancelarias, de competitividad, lucha contra el contrabando, apoyo frontal a la infraestructura, vivienda, comercio y agricultura, pueda generar 350.000 nuevos empleos que afecten en un punto el crecimiento anual de la economía, lo cual aseguraría llegar a la meta del 4,8% en el presente año. El Gobierno tiene que ser rápido en la ejecución y el sector privado audaz y coherente.
A lo anterior es necesario agregar que la pacificación del país “es un bien supremo”, como dice Santos. Hoy, la paz es posible, hay señales positivas y esperanzas moderadas para ponerle fin a este conflicto doloroso, inútil y sin sentido. Tenemos que aprender a perdonar, con unos mínimos, y a realizar esfuerzos que significan sacrificios, preservando la memoria. En este sentido, tenemos una tradición ganada de firmeza, tolerancia y grandeza.
AGREGADO: Gustavo Gutiérrez, patrimonio de nuestro folclor, recibió múltiples y merecidos homenajes en el marco del Festival Vallenato. Gustavo, es una persona excepcional y talentosa que no se merece, de ninguna manera, el agravio, el acto descortés y sin altura, de Diomedes Díaz, Poncho Zuleta, Jorge Oñate y Beto Zabaleta, de cancelar el concierto de estos artistas tradicionales de la música vallenata. Cualquiera que sean las razones que motivaron esa decisión, siempre existen otras salidas, otros caminos menos drásticos y dolorosos y más civilizados. El Festival Vallenato, a pesar de los palos en las ruedas, siempre saldrá adelante porque tiene una inercia vigorosa y exitosa con unos directivos consagrados y valientes. No podemos olvidar que Valledupar, con su Festival, “siempre sonríe aunque le duela el corazón”.