Coincidencia interesante. Mi columna del 25 de enero pasado plantea la necesidad política de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, o a un Referéndum. Posteriormente, el 10 de los corrientes en su columna de El Tiempo, el eminente jurisconsulto constitucionalista Jaime Castro también lo considera así, y en ella hace un acertado resumen de los fundamentos jurídicos y facticos que avalan tal necesidad.
Connivencia. En Colombia, es de público y notorio conocimiento como las dos ramas del poder público, legislativa y judicial, han sido avasalladas por la voluntad del gobierno, lo que ha provocado la desinstitucionalización política letal que nos conmueve.
Demostración de la afirmación. La piedra de toque de lo dicho viene a ser el resultado del plebiscito del 2 de octubre del año pasado. El gobierno nacional, el Congreso de la República y la Jurisdicción del País, han desconocido el resultado de ese evento electoral; por tanto, lo que corresponde ahora es corregir, por medio de una Asamblea Nacional Constituyente, o un referéndum, el actual estado de cosas inconstitucional, y enfrentar con firmeza y decisión el gravísimo problema de la corrupción.
En el país comienza a abrirse paso esta iniciativa. Alentado y apoyado por los argumentos de autoridad que tiene la exposición doctrinaria del doctor Castro, me confirmo en esa idea y vuelvo aquí sobre el asunto crucial, de la mayor actualidad, que busca preservar la democracia presente y futura del país.
Es urgente hacerlo, antes de que sea demasiado tarde. En el vecindario político de Colombia, y más allá, la democracia arduamente alcanzada con muchos esfuerzos, ha sido derrotada y los dirigentes de esos países están enormemente interesados en que Colombia participe de tal tinglado ideológico.
Se trata de ejercer una defensa legítima. Todos los colombianos que así lo consideren tienen el derecho, y aún el deber, de hacer las críticas pertinentes sobre el particular, y defender las instituciones, el orden jurídico constitucional y legal, y restablecerlo, como quiera que se encuentra aviesamente perturbado.
Necesidad de una participación nacional integral. Para lograrlo, es necesario la participación de todas las llamadas fuerzas vivas del País, de todos los partidos políticos, los empresarios y los sindicatos, las universidades y estudiantes, las distintas academias del pensamiento y de las artes, los medios de comunicación, las iglesias, y en fin, todas las agremiaciones de las ciudades y del campo
La columna aludida del doctor Jaime Castro termina así: Desenredar el ordenamiento constitucional, evitar las situaciones aquí resumidas y hacer la gran reforma institucional que relegitime el sistema político es función del Congreso, que, infortunadamente, ya no tramita ni expide las reformas importantes de otras épocas. Hoy esa tarea histórica sólo la puede cumplir una asamblea constituyente o el pueblo mediante referendo. Ese es el quid político del momento, pero ninguno de los actores de la vida pública se está ocupando de él. No hizo parte de la agenda del gobierno Santos que tampoco lo puede asumir ahora porque tiene el sol a las espaldas. Debe ser tema de la campaña presidencial que empieza.
NOTA: si visitas a Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor
Por Rodrigo López Barros
rodrigolopezbarros@hotmail.com