Por: Jairo Mejía.
La muerte de la senadora Piedad Córdoba hace algunos días suscitó una serie de reacciones que han propiciado a su vez comentarios que merecen muchos de ellos ser analizados con profundo sentido de humanidad.
En la antigua Grecia se reconoció a Eleos, también llamada Elea, como la personificación de la misericordia, la clemencia, la compasión y la piedad, la contraparte de la diosa romana llamada Clementia. Fue descrita como entre todos los dioses, la más útil para la vida humana en todas sus vicisitudes, hija de la noche y la oscuridad. Y la menciono en este escrito dadas las obligantes circunstancias con las que se merece reflexionar para entender lo que significa piedad.
Murió Piedad, fue la noticia hace algunos días, una mujer que causó polémica por sus posturas políticas y por los presuntos vínculos y relaciones que sostuvo con ciertos personajes indeseables por otros. Su carácter provocó a más de uno, y no solo en nuestro país, emitir alguno que otro comentario de reproche, pero eso no la detuvo ante los cuestionamientos frontales que se le endilgaban.
¿Está bien alegrarse por la muerte de un ser humano? ¿Está bien lanzar improperios, injuriar o acusar mancillando el honor de quien ya no puede defenderse en vida? Con asombro hemos visto que esto puede suceder y no son actos cometidos por personas que podríamos considerar que por su determinada condición social o nivel de educación son atrevidos al lanzar al aire la bocanada de odio. No, quienes actúan y se expresan así son dirigentes políticos, congresistas y excongresistas y otra gente pertenecientes a altos niveles dentro de nuestra censurada estructura política y social, pero felizmente son una minoría de una minoría de una minoría los que se han alegrado por la muerte de esta senadora, un ser humano.
No puede caber en mente sana alguna que una persona con cierto poder de influencia hacia otros riegue odio y alegría, a través de las redes, por la muerte de un ser humano en este país que está sediento de paz y unión.
Hoy no escribo para defender al ser humano por sus convicciones políticas o posturas ideológicas, hoy no escribo para defender a una mujer negra, lo que sería una grata y satisfactoria lucha, hoy no escribo para defender a una congresista, hoy no escribo para defender a una mujer cuestionada y procesada, pero que amparada por nuestra Constitución Política y la ley, la misma que se debe acatar y respetar aún más cuando se está al servicio de un pueblo, se debe presumir inocente, hoy no escribo para defender géneros, colores o regiones, hoy no escribo para defender arrogancia e ímpetu; hoy escribo para defender lo obvio y lo evidente, es decir, un mínimo de bondad.
Para mí es inconcebible que alguien se exprese o escriba, no solo que lo piense, que lo desee, sino que lo escriba o lo exprese de viva voz que se alegra de la muerte de otro ser humano y, muchos lo hacen, sin ni siquiera conocer lo que ha sido o por lo que ha luchado. ¿En qué país vivimos cuando un senador mancilla el honor del fallecido? Cuando se incita a la violencia, al odio, al rencor, al sectarismo, profesando apología a la pérdida de la natural empatía de un ser humano hacia otro ser humano. Me pregunto: ¿Qué puede llevar a un ser humano para llegar a este extremo, en tiempos en donde se busca la paz? ¿Será que el psicópata o sociópata soy yo? Me pregunto, de igual forma, ¿No será que estamos perdiendo el control y estamos precipitándonos a un gran abismo de ausencia de ética moral?
Muchos han sentido placer por la desgracia de los demás y aunque nos parezca un poco sorprendente es un sentimiento muy común hoy en día, muchos se alegran por el mal ajeno, por decirlo de alguna manera, son víctimas del “schadenfreude”. Los que se pavonean con tal comportamiento se creen superiores moralmente, son envidiosos, los inunda el sentimiento de injusticia aunque griten que lo que desean es justicia.
Aplaudo a aquellos que con gallardía y respeto expresaron bondad ante todo por la muerte de la senadora aunque distaran por sus convicciones de índole política o por otras razones. Muchos, no se fueron lanza en ristre contra la mujer que fallecía, al contrario expresaron empatía con sentimientos de bondad y piedad. La misma piedad que pido para Piedad y la humanidad porque no hay que olvidar que la celebración incondicional del dolor ajeno está a la altura de la crueldad.