La tan anhelada crisis ministerial que esperábamos llegó. No se demoró ni un año. De una sola salieron 7 ministros, el presidente no se guardó nada. Ahora sí llegó Petro con toda. Mandó a los partidos tradicionales a la porra, la coalición de gobierno se desarmó. Petro ya pagó los favores recibidos y ahora ya lo vemos en acción. Los liberales vieron empacar maletas a José Antonio Ocampo y a Cecilia López Montaño y los conservadores hicieron lo mismo con Guillermo Reyes. La U se quedó sin Alfonso Prada. Ustedes, mis lectores, por columnas anteriores y porque me conocen, saben que ni Ocampo ni López son santos de mi devoción, pero en medio de tanta mediocridad agradecí su presencia en el gabinete. El caso de Prada es distinto. No me lo paso por nada del mundo. Hizo parte del gobierno Santos y eso es suficiente para no sólo no extrañarlo sino estar feliz de no verlo. Lo he dicho varias veces: así como Barak Obama es el único responsable del ascenso de China y Rusia por haber reculado el rol de los Estados Unidos en la geopolítica mundial -sé que muchos lo adoran pero el tiempo me ha dado la razón-, Juan Manuel Santos es el culpable de que ahora nos tengamos que aguantar a Petro gobernando; para Santos no hay imposibles, de hecho, eligió al guerrillero. El proceso de paz nos tiene hoy fregados; lo vimos, lo dijimos y pasó…
La única noticia que celebro abiertamente sobre los resultados de la crisis fue la salida de la señora Corcho. Ella e Irene Vélez lo descomponen a uno. Termina llorando cualquier colombiano que las ve en acción, con sus actitudes triunfalistas y prepotencia, que despliegan para esconder su incapacidad para liderar los cambios, que aunque estúpidos, les ha encomendado su jefe. Los nuevos ministros vienen de la entraña, mejor de la ponzoña, del petrismo puro. Ricardo Bonilla, nuevo ministro de Hacienda y Crédito Público: fue el secretario de hacienda durante la alcaldía de Petro, aquella en la que sólo daños se le causaron a Bogotá. Pasar tan rápido de José Manuel Restrepo a esto sólo genera dolor de patria. Los liberales mantendrán el ministerio del interior con Luis Fernando Velasco, experimentado zorro del Congreso, que, como Prada, sabrá girar y girar cheques para comprar apoyos. Guillermo Alfonso Jaramillo, exalcalde de Ibagué, izquierdista de tradición, reemplaza a Corcho. Quiero pensar que la superará por mucho, espero que las ideas retrógradas que comparte con Petro no marquen su gestión; es pedir demasiado. Mauricio Lizcano es el encarte del gobierno. Desde la posesión vimos cómo los decretos correspondientes a los nombramientos del primer gabinete de Petro estaban mal hechos, los personajes seleccionados, de los que ya volaron 8, no sabían dónde estampar sus firmas. Fatal. Nunca imaginamos que ese caos que vimos por televisión ese nefasto 7 de agosto de 2022 sería el presagio de lo que vendría para nosotros. Lizcano la embarró varias veces siendo el director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República y ahora será, en su calidad de ministro de las Tic, el blooper permanente que nos hará sentir vergüenza de lunes a domingo incluyendo los festivos. Llegó al ministerio que era: el de las telecomunicaciones. ¡A reír todos!
De los demás personajes nada sabemos, no los conozco. Algo he oído de Jhenifer Mojica, el reemplazo de López Montaño, pero no tengo suficiente información como para contarles cositas. Sobre Yesenia Olaya y William Camargo, ministros de Ciencia y de Transporte respectivamente, me pregunto: ¿quiénes son? ¿De dónde los sacaron? ¿Es que nadie más aceptó esos cargos?
Este Petro 2.0 no me gusta, me preocupa, es el de siempre, el que no tiene escrúpulos, el que destruyó a Bogotá. Espero que los partidos lean bien el mensaje: no cuenta con ellos, cree no necesitarlos, les hizo pistola olímpicamente. Ojalá lo dejen solo y no le corran más.
Los colombianos estamos sentados en primera fila para empezar a ver las típicas actitudes totalitarias de los dictadores, de Chávez, Maduro, Evo y Ortega. Llegó Petro recargado, que Dios nos coja confesados…
Por Jorge Eduardo Ávila