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Petro no está loco, quiere quedarse

Jacobo Solano, columnista y periodista.

Las últimas salidas del presidente Gustavo Petro tienen muy preocupado al país porque no se sabe qué estará tramando. Su expresión, tanto política como personal y física, no es la misma; como si tuviera algo raro, en todas las tribunas se muestra agresivo y desafiante. Además, sufre una paranoia que puede explicarse debido a su pasado violento y guerrillero, con traumas que todavía no ha podido superar que le dejó muchas secuelas en su personalidad. 

Insiste en tratar de revivir el M-19, alentando voces ya olvidadas que no hacen parte de la conversación política de hoy, en un país que exige soluciones y que su gobierno no las ha brindado. El cambio nunca llegó y, si a eso le sumamos su incapacidad de conformar un equipo para sacarnos de la corrupción y ejecutar un plan de gobierno, todo sumado, explica que esté así. No está loco, como sugieren algunos, está en campaña para mantener su proyecto y, para colmo, se está victimizando utilizando todas las formas para hacerlo. 

Primero dice que le están dando un golpe blando cuando algo lo contradice; después dice que no es un golpe blando, que es un golpe de Estado no militar a través del CNE, porque inició una investigación, como ha pasado en las campañas de sus antecesores Duque y Santos. Ellos ejercieron su defensa en el marco de la institucionalidad, sin hablar de golpes de Estado.

No conforme con eso, ahora dice que hay un atentado y que no durará tres meses, todo con el fin de generar tensión y solidaridad, lo mismo que inventaron para justificar su tardía llegada al desfile del 20 de julio. También involucra a su hija y la utiliza, debería darle pena, argumentando que se va del país y luego que vuelve. Petro lo que quiere es hacer una explosión política controlada asociada al terrorismo político y que se le puede salir de las manos.

De ñapa, abre un cuadrilátero con el Congreso porque no le aprueban lo que él dice al pie de la letra: el presupuesto, las reformas, etc. Hasta los sindicatos lo acusan de golpista, como hizo con el presidente del Congreso, Efraín Cepeda, que puede ser todo lo politiquero e inepto, pero no creo que se atreva a dar un golpe de Estado. A Petro, si la Corte le tumba una reforma, es un complot; no lo quieren dejar gobernar. Si la Fiscalía investiga a su hijo, el fiscal es el malo de la película. Si Olmedo López habla, lo descalifica y dice que todo fue a sus espaldas.

Pero también tiene una trifulca con los empresarios y con los periodistas a quienes descalifica en cuanto discurso emite. Habla de “muñecas de la mafia” para menoscabar a las mujeres periodistas y deja un manto de dudas sobre qué periodistas son buenos y cuáles son malos. Lo más grave es que pareciera sugerir a quién hay que matar y a quién no. ¡Qué barbaridad! Lo que dice Petro nos pone en peligro a todos; es una irresponsabilidad del tamaño del universo. 

¿Será que el presidente no se ha dado cuenta de que es la cabeza del Estado y que cualquier comentario suyo puede desencadenar una tragedia? Él es el primer llamado a salvaguardar y proteger la institucionalidad del país, pero se la pasa presionando a la justicia con movilización popular y con tonterías que solo creen sus fanáticos y bodegueros.

No se comporta como un demócrata y sigue apoyando a Maduro en Venezuela, que sin medias tintas se convirtió en un dictador que se robó las elecciones. Petro sabe que no tiene chances de ganar con un candidato en 2026; su desfavorabilidad está en el 66 % y tiene que crear esta tormenta para lograr agitar sus bases, buscando una división en sus opositores para quedarse. Siempre pensé que decir que podríamos quedar como Venezuela era una exageración, pero ahora veo a este señor comportándose de esta manera y ojo que cualquier cosa puede pasar.

Por Jacobo Solano

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