Si no me traiciona la memoria fue en una manifestación en Ciudad Kennedy, donde el actual candidato a la Presidencia, Gustavo Petro, para aquella época exalcalde de Bogotá, hizo su aparición en una tarima de ese populoso sector de la capital colombiana, el cual se movía como pez en el agua.
Era época del plebiscito, su intervención como cosa curiosa duró menos de una hora, tiempo que le alcanzó de sobra para poner la primera piedra de su candidatura presidencial para el 2018, con el lema de una “Colombia Humana”.
Aunque muchos despistados y otros mal informados aplaudían la decisión del líder del progresismo de regresar a la Plaza Pública, yo fui uno de los pocos en pensar que era un pésimo candidato y lo sigo pensando. Populista hasta morir.
A pesar de que dicen que no es un tipo corrupto y de verdad pudo darle un vuelco a la manera de hacer política en este país, Petro desaprovechó los cuatros años que estuvo en el Palacio Liévano.
Son de público conocimiento de los numerosos errores que cometió en la Alcaldía de Bogotá y es evidente que las heridas están todavía frescas.
Petro nunca ha admitido sus errores y de hecho, el primer paso para corregir un error es admitirlo, y a Petro su inmodestia o su soberbia le impiden reconocer que se equivocó en más de una oportunidad.
Está claro que Petro no es el desastre de personaje que pintan de él, es más que un desastre, tampoco es el superhombre que nos quieren mostrar los integrantes de su “guardia petroriana”, para quienes el exalcalde es el mejor estadista o coca cola del mundo.
Muchas de las iniciativas de Petro fallaban desde la forma misma como él las presentaba o justificaba.
Por otra parte, su desgastado discurso populista y su conocido tono de resentimiento puede que le presenten réditos en algunas capas desesperadas de la población, lo estamos viviendo en Valledupar, pero sin duda, no le alcanzan para llegar a un electorado medianamente exigente.
Lo que debería hacer Petro, si de verdad quiere ser una opción real dentro de varios años, para la Presidencia es un autoexamen a conciencia y ver cómo puede aprender de otros líderes de la izquierda más serenos, menos populista y sensatos que sin sacrificar sus creencias ni renunciar a sus banderas, han logrado no sólo vencer sino también convencer como el célebre Pepe Mujica o el mismo Navarro Wolff, a quien Petro sacó de su gabinete tres meses después de su posesión.
Para mí, Petro es un mal ejemplo para el país, un pésimo candidato, de ideas populistas, descabelladas, alocadas, se ha dedicado a dividir a nuestra sociedad y sembrar el odio. Con él, la política perdió altura, credibilidad y respeto. Además, pésimo administrador.
Me he quedado pensando que da tristeza nuestro país, estamos en un momento decisivo, peligroso, tenso, de confusión e incertidumbre.
Queremos instituciones fuertes. Duque y Martha Lucía es el complemento ideal para lo que necesita Colombia, recuperar su esperanza.
Votar por Iván Duque sería la solución. Los invito.