Construir una sociedad más justa y una economía más humana, conmina el senador Gustavo Petro al hacerle reparos al Gobierno y a algunos miembros del Comité Nacional de Paro, que atribuyen el estallido social a la reformas tributaria y en materia de salud, cuando reside es en leyes existentes que han sido una estafa a la clase media, como la Ley 100, 50 o 30, que conculcan derechos fundamentales de la sociedad a tener una salud de calidad, acceder a una pensión, lograr estabilidad laboral o que los jóvenes puedan ingresar a la universidad, lo que impide el negocio de los fondos privados en manos de Luis Carlos Sarmiento Angulo y el grupo empresarial antioqueño, más allá de cualquier proyecto a futuro hundidos por la movilización social que escalará en el tiempo si no se cambia el modelo neoliberal que se volvió insostenible frente a un capitalismo raquítico incapaz de garantizar la paz y la democracia.
Es tiempo de actuar, no todo está perdido, se determinó en la vigésima quinta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, celebrada en Madrid y bautizada como COP 25, apuesta mundial para salvar el planeta de temperaturas en ascenso, la brutal deforestación, el crecimiento de la industria y la concentración de gases de efecto invernadero.
Es preciso acelerar la actuación ante la emergencia climática, y aunque cerca de 200 países firmaron el Acuerdo de París, lo decepcionante y frustrante es que las grandes potencias y mayores emisores de gases de efecto invernadero quedaron en evidencia al no asumir responsabilidades y estar de espaldas a los planes climáticos, como Estados Unidos, Rusia, China e India, que producen el 55 % de estas emisiones.
La próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP 26, se celebrará en Glasgow, ciudad de Escocia, del 1 al 12 de noviembre de 2021.
Con tres púas, como lo explica el lingüista Jaime Gómez Bolívar, pasamos del “Paraíso al erizo terrenal”, por cuenta del fracking, la carrera armamentística que apunta a una guerra nuclear y la exploración espacial, donde el erizo está representado por el G-20, que son los 19 países industrializados y emergentes de todos los continentes: Rusia, Estados Unidos, Alemania, Francia, China, India, Corea del Sur, Indonesia, Argentina, Brasil, Turquía, Unión Europea, Arabia Saudita, Australia, Italia, Canadá, Japón, México, Reino Unido y Sudáfrica.
El erizo es lo sórdido, hostil y el espíritu de destrucción a la sazón de una pandemia que debe dejar como enseñanza la contemplación de la naturaleza y no su destrucción, conforme ocurre con el páramo de Santurbán en los santanderes, para explotar el oro y acabar las fuentes hídricas; el páramo de Sumapaz que surte de agua a Bogotá; el Nevado del Ruiz en Caldas, o la Sierra Nevada de Santa Marta, ecosistemas que la clase política está en mora de declarar Patrimonio Natural de la Humanidad, ante la urgencia de preservar por su inconmensurable valor existencial.
No hacerlo sería un suicidio ecológico, una catástrofe ambiental que ya deriva en calentamiento global, cambio climático, deshielo de los páramos, terremotos, tsunamis y otros fenómenos que amenazan el planeta y la especie humana.
La ciencia no fue creada por el poder político, ni por el poder del dinero o la supremacía de la información, pero en esos escenarios es donde se toman las grandes decisiones locales y globales, expone en su columna el médico infectólogo Álvaro Villanueva.
Infiere uno de ese análisis que la ciencia podría ser más efectiva de no interponerse tantos intereses mezquinos a sabiendas de que nada es gratis y menos en un mundo conducido por la mentalidad del dinero, pero una ciencia secuestrada por la política, las empresas y las religiones, como lo demuestra Gregg Braden, no puede desarrollarse en toda su magnitud y capacidad para un horizonte mejor.