El presidente Gustavo Petro, en la instalación del Congreso, en un largo discurso planteó este 20 de julio interesantes políticas y los caminos futuros de su administración. Resaltó algunas ejecutorias, aún en ciernes, pero que se mueven en la dirección correcta, como las de las compras de tierras, derivada de los acuerdos, en particular el número uno, entre el Estado y Las Farc; el reconocimiento a los campesinos, o el aumento de la cobertura de educación superior; sus propósitos con las reformas sociales, a través de las cámaras legislativas, esbozando la posibilidad de un Acuerdo Político Nacional, dentro de los pilares de la justicia social y la justicia ambiental. En este último aspecto mostró la caída de la tasa de deforestación de 2022 con respecto al año anterior, dato trascendental del cual hay que reconocer también la contribución del gobierno antecesor de Iván Duque. En esa materia, ambiental como era previsible, se amplió el presidente haciendo ver las graves consecuencias del cambio climático, como anotó que se reflejará en territorios como La Guajira.
Hizo una amplia exposición de sus compromisos con la estabilidad económica y las mejoras de sus indicadores y los problemas asociados al trabajo, y a la escasa productividad dentro de los países de la OCDE. En “Colombia se trabaja más horas y se produce menos por hora trabajada”. Y señaló la necesidad de promover el agro, la industrialización y el turismo.
Llama la atención el talante democrático del presidente, como cabeza del ejecutivo, en desarrollo del principio constitucional, al escuchar personal y atentamente por primera vez a la oposición, gesto que no pudimos observar en el pasado cuatrienio.
Anticipó que Colombia entró en la fase final del enfrentamiento armado de los rebeldes contra el Estado. Es lo que se deduce de los ceses al fuego con el ELN y las dos disidencias de las Farc, actualmente cuyas conversaciones están en desarrollo.
Y, lanzó la hipótesis de que por la crisis del mercado de la cocaína, desplazada en el mercado estadounidense de la drogadicción por el mortal ‘fentanilo’, estaríamos entrando a la progresiva extinción de la última fase de violencia, la generada por las economías ilícitas, la de grupos armados protectores del narcotráfico y financiadas por esa actividad. En ese deseo acompañamos al gobierno nacional. Ojalá sea así señor presidente. En todo caso, dada la persistencia de esas modalidades no debemos perder el norte en la lucha contra la delincuencia común urbana y rural que es un fenómeno nacional; y también de los países latinoamericanos.
No tenemos suficiente espacio para, en pocas líneas, hacer seguimiento y análisis a una intervención de horas del señor presidente , como las varias de varios congresistas representantes de partidos declarados en la oposición señalando notorias fallas gubernamentales, pero sí esperamos que los territorios como el nuestro del Cesar no sean considerados en el actual mandato, presidido por un hombre de la costa Caribe, como plato de segunda mesa.