Analista económico-Docente universitario.
El año 2017 pasará a la historia como un año ingrato para la economía colombiana. Por múltiples razones, las cosas no salieron como se esperaban. Un crecimiento regular del PIB, que podría estar entre un 1,5 y un 1,8%; el desempleo no bajó del 9% y la inflación si se comportó dentro de lo esperado y gracias a ello la Junta Directiva del Banco de la República, pudo bajar sus tasas de interés a los bancos, cuyos efectos expansivos esperamos se vean en 2018.
¿El vaso está medio lleno o medio vacío?, depende de la mirada del observador. No obstante, 2018 trae mucha incertidumbre, por el tema electoral; no se sabe cómo quedará conformado el Congreso de la República y mucho menos quien será elegido Presidente o Presidenta, en mayo o junio. Esa sensación de incertidumbre cuesta mucho en términos económicos.
No hay aún un candidato o candidata fuerte y la gran mayoría de los colombianos están indecisos y por eso el “no sabe, no responde”, tiene porcentajes superiores al 25 por ciento e inclusive cercano al 30 por ciento. Aún es prematuro saber y cualquier cosa puede pasar.
Las esperanzas están puestas en el segundo semestre, despejado el tema político, lo más probable es que se reanime la inversión de los empresarios y se recupera la confianza de los consumidores y esto repercuta en el comportamiento de la economía. Los analistas esperan un crecimiento del PIB en 2018, que estaría en un rango entre 2,2 y 2,6 por ciento; es decir mejor que este año, pero tampoco para cantar victoria.
Hay que insistir en que 2017 fue un año muy duro para la industria y el comercio, y también para la construcción de vivienda. Ojalá, las cosas cambien en estos sectores, por el ciclo mismo de los negocios y aspectos macroeconómicos como las menores tasas de interés y un dólar que se espera se mantenga alrededor de los $3.000, que es un precio que no hace mucho daño, aunque tampoco ayude mucho a los exportadores. Un poco por encima sería mejor, pero eso lo deciden la oferta y la demanda…
Entre los aspectos positivos de 2018, es que será el primer año del post-conflicto con las FARC, luego de más de cincuenta años de guerra, lo que nos da muchas esperanzas para la construcción de un mejor país. Esto ya se está sintiendo en el buen comportamiento del sector agropecuario y el turismo externo e interno. La paz ya está dando sus frutos.
No obstante, gane quien gane, él o ella, e independientemente del color que lo identifique, necesitamos un gobierno amigo de la empresa y la inversión privada. Varias veces lo hemos dicho en EL PILÓN: Colombia debe crecer a mayores tasas para poder generar más y mejores empleos, y reducir la pobreza, eliminar la miseria, que debería ser el objetivo de todos en este país del Sagrado Corazón de Jesús. Y esto se hace con empresa privada.
Y se requiere una administración que se comprometa con la transparencia, la lucha contra la corrupción y el buen uso de los recursos públicos. Todo lo que ha pasado le ha hecho un gran daño a la confianza de la ciudadanía en nuestras instituciones.
Llegue quien llegue le tocará un panorama económico complejo que requerirá creatividad y prudencia; mirar a corto, mediano y largo plazo; tomar decisiones no pensando en las próximas elecciones sino en las próximas generaciones. Esos son, en mi opinión, los grandes retos. A mis lectores y a los amigos de El Pilón un 2018 lleno de paz y prosperidad.