“El pueblo creyó, y al oír que Dios había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron” (Éxodo 4,31).
No fue nada fácil para Dios convencer a Moisés de volver a Egipto para liberar a Israel. Fueron muchos los obstáculos, y la resistencia que el patriarca había mostrado para aceptar la misión que Dios le proponía. Finalmente, aceptó, pero con poca convicción de su llamado y la compañía de su hermano Aarón. Por eso, ante el entusiasmo del recibimiento inicial y el involucramiento del pueblo, su corazón se llenó de gozo.
Sin embargo, la recepción que les dio el faraón, fue totalmente diferente. No solo que los echó del palacio, sino que, ordenó que se duplicara la carga laboral de los esclavos israelitas. El apoyo inicial que el pueblo había dado al proyecto también se esfumó como humo al viento. Cuando se volvieron a encontrar, el pueblo se quejó, los rechazaron y responsabilizaron de la dureza de su esclavitud.
En este marco contextual, del apoyo condicional que recibimos, donde la perseverancia es tan esquiva, estamos expuestos a experimentar situaciones similares. Así, en nuestro propio caminar, cuando tratamos de avanzar en los proyectos que llevamos en el corazón o en las misiones que nos han sido confiadas, inicialmente encontramos apoyo y entusiasmo en otros. Pero, con el paso del tiempo, ese respaldo suele menguar, y solo algunos permanecen para enfrentar el esfuerzo mayor.
Es menester reconocer que dichas reacciones son normales, y que todos aquellos que trabajen con personas, se verán, inevitablemente, expuestos a enfrentar decepciones. La falta de perseverancia y la tendencia al desánimo son comunes. El rol del liderazgo es clave en estos momentos: su misión principal es alentar a su gente a mantenerse firme en la misión, aún en momentos en que la esperanza parece desvanecerse. Las personas no son perseverantes y fácilmente se desaniman. La tarea de mantenerlos animados y firmes, mirando siempre hacia delante y con la mano puesta en el arado es del liderazgo. La misión principal es justamente esa: infundir ánimo para avanzar con firmeza en el cumplimiento de la misión, aunque hayan perdido la esperanza.
Nehemías, es otro ejemplo de perseverancia, en el trabajo de reconstruir los muros de Jerusalén se enfrentó a interminables dificultades y pruebas y muchas veces el pueblo intento renunciar. Pero Nehemías con diversidad de estrategias, los animó a seguir hasta que el proyecto de reconstrucción estuvo terminado. Esta responsabilidad de animar y consolar a otros, implica no solamente mantener una constante actitud positiva, sino tambien ser ejemplo y modelar para ellos la perseverancia en medio de las dificultades para que ellos puedan imitar la fe y la conducta. Es necesario motivar con paciencia y amabilidad, mostrando un compromiso firme que inspire a otros a unirse en el esfuerzo y avanzar con resolución.
Querido amigo lector: Moisés, tambien se desanimó, pero, llevó su desánimo al Señor y recibió fuerzas para seguir adelante. Si estás pasando por momentos de desaliento, acércate al Señor y permite que Él reavive en ti la esperanza y la fe. Que Él te conceda la gracia necesaria para seguir adelante con los proyectos que ha puesto en tus manos en este tiempo.
Fuerte abrazo y bendiciones abundantes.
Por: Valerio Mejía.