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Perseverancia

“Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera”. 1 Pedro 4,12. ¿Qué sentido tienen las épocas difíciles de nuestras vidas? ¿Qué trata de hacer Dios? ¿Qué trata de enseñarnos? Cualquier consejo o respuesta simplista queda eliminado. La mayoría de las veces que pasamos por épocas de prueba, quisiéramos resolver la crisis, pero no podemos o no sabemos cómo hacerlo.  

Lo que sí es cierto es que todas las veces que nos ha tocado pasar por valles oscuros hemos aprendido compasión por parte de Dios. Aprendemos a ser pacientes con la gente. Aprendemos a responder a las necesidades emocionales de los que han perdido toda esperanza. En ocasiones pienso que Dios nos lleva al final de nuestros recursos para que descubramos lo inconmensurable de los suyos. 

Los fisicoculturistas que se preocupan de su musculatura saben que sin dolor no sirve. Esto también se debe aplicar al ámbito espiritual. La manera de templar nuestro carácter viene de perseverar a través de las tribulaciones de la vida. Todo crecimiento personal sostenido será precedido por períodos de prueba.  

Quizá el mayor servicio que prestan las tribulaciones y las pruebas en nuestra vida es el de revelar las metas erróneas. Durante esos tiempos de presión surgen señales de alarma emocional que señalan metas bloqueadas, inciertas e imposibles, todas basadas en nuestros deseos en lugar de estar cimentados en los propósitos de Dios para uno. 

¿Habrá una manera fácil de llegar a ser la persona que Dios quiere que seamos, sin tener que pasar por el valle oscuro de las tribulaciones? Créanme que ando buscando una, pero debo confesar que no la hallo. Más bien, creo que son las épocas difíciles de nuestras vidas las que nos llevan al lugar donde estamos hoy. En estos tiempos de facilismo y comodidad, nos resistimos a negarnos a nosotros mismos, a tomar nuestra cruz y a seguirlo. No sé si habrá una forma indolora de sufrir y morir a uno mismo, pero sí sé que esa muerte es necesaria y que es lo que nos hará crecer como personas y como discípulos de Cristo.  

Damos gracias a Dios por las ocasionales experiencias de victoria en la cresta de las circunstancias, pero el suelo fértil para crecer siempre estará allá abajo, en los valles de la tribulación, nunca en la cima de la montaña. Así, nuestra esperanza radica en el carácter íntegro de Dios, quien produce nuestro crecimiento por medio de la perseverancia. 

Amados amigos, mi clara invitación es a que soportemos las pruebas de aflicción que los tiempos nos deparan. Seamos fieles en medio de la adversidad que nos desborda y gocémonos por cuanto somos participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria nos gocemos con gran alegría. 

Así, soportando con perseverancia las pruebas que puedan llevarnos hasta el final de nuestros recursos, podamos descubrir con regocijo los inagotables recursos de Dios para nosotros.   

Un fuerte y perseverante abrazo en Cristo…

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