Guayaquil, Cuenca, Ambato, Quito, Ibarra, Santo Domingo y otras ciudades ecuatorianas marcharon por la paz. Para nosotros como colombianos no es difícil imaginar una marcha así, hemos tenido miles sin que nos hagan caso, pero Ecuador en es distinto. Ecuador está indignado y con razón. Claman por una paz que no han quebrado ellos, la quebramos los colombianos, el ‘Guacho’ los condujo al terror y los metió en una guerra ajena al secuestrar en la frontera al equipo periodístico del diario El Comercio, cuyos tres integrantes asesinó, y al retener a la pareja conformada por Oscar Efrén Villacis y Katty Vanesa Velasco.
Ecuador salió a las calles y tuvieron que inventar frases para pancartas que en Colombia estamos cansados de escribir. Las imágenes de esa gran marcha son un espejo de lo que hemos sido durante varias décadas y mucho me temo que la solidaridad expresada por Colombia frente a esta tragedia ha sido bastante parca. Que yo sepa ningún ecuatoriano ha secuestrado y asesinado a colombianos en la frontera, gente de a pie, además. No sé si las muestras de solidaridad expresadas por el gobierno colombiano al ecuatoriano hayan sido suficientes. No sé si Ecuador hubiera querido ver al presidente Santos en la marcha con ellos, si esa hubiera sido la muestra ideal, lo que es lamentable es que parece que en este país no hay chance de asegurar la vida de nadie.
Y no habrá chance mientras siga el narcotráfico. Si alguna respuesta contundente debería apostar cada candidato presidencial es sobre el narcotráfico, la política antidrogas y antimafia. Pero nada, no hay propuestas rotundas. Nos acostumbramos a los muchos libros y las expresiones de la “cultura de la violencia”, de la “cultura del narcotráfico”. Creo que la ilustración masiva ha sido suficiente, y que los miles de programas de TV y novelas, con las que los canales privados de este país se han enriquecido, lograron casi hacer del narcotráfico una parte de nuestro folclor.
Los estudiosos, los artistas y escritores verdaderos, nos han mostrado el fenómeno de manera rotunda, con suficiencia. Pero a los candidatos les corresponde hablar de medidas definitivas, que las hay. Y hay que hablar de ellas, ponerlas en el centro del debate, admitir el sagrado vínculo que se teje entre las distintas fuerzas en la repartición de rutas y cargas. Romper ese sagrado vínculo. Hay que hacer lo necesario para que el ‘Guacho’ no siga matando a individuos que ni siquiera han nacido en su país y a los que no les pertenece esta guerra.