A raíz de que la organizadora Panam Sports ha informado “que ha decidido retirar la sede de los XX Juegos Panamericanos a la ciudad de Barranquilla, Colombia” se ha generado una desazón regional, una tormenta política y un señalamiento de responsabilidades.
La resolución ha sido tomada tras varios incumplimientos del contrato vigente, relacionadas con indefiniciones del gobierno Petro y conocidas tensiones políticas con dirigentes de la región. El pasado 19 de octubre en una reunión en Santiago de Chile y tras recibir una carta oficial de las autoridades colombianas del 25 de octubre, Barranquilla obtuvo una prórroga en los plazos de cumplimiento y se aceptaron nuevas fechas el 30 de diciembre de 2023 y este 30 de enero de 2024.
El Gobierno nacional se comprometió a cubrir el pasado 30 de diciembre US 4 millones de dólares y ¡no los pagó! Ese evento es, tal vez, el mayor certamen olímpico en el mundo después de los Juegos Olímpicos, en parte porque potencias deportivas como Estados Unidos, Canadá y Brasil se hacen presentes.
Para nosotros es un golpe duro como región Caribe, pero también local, en la medida de que las justas se extendieran a varias ciudades intermedias de la costa; y Santa Marta y Valledupar se habían dotado, por la realización de Juegos Bolivarianos, de conformes escenarios deportivos.
Ese evento no es de Alejandro Char ni de Gustavo Petro. De ninguna divisa partidista. Es de nosotros los costeños y de los colombianos. Los personajes, funcionarios -con sus históricas ojerizas- se van, pasan por los cargos públicos y al final, como todos, mueren. Otras cosas más importantes quedan a una sociedad. Hitos también. Para Cali, que los realizó en 1971, fueron tan importantes los Juegos Panamericanos, y para el suroccidente, que le dieron décadas de transformación en todos los ámbitos más allá de lo deportivo. A partir de los años 70, la capital del Valle del Cauca se convirtió en modelo urbanístico, turístico, cultural, industrial, de bienestar y eficiencia en la Administración Pública y en lugar de destino de grandes compañías internacionales.
Su nivel de atracción ameritó que en 1991 una numerosa delegación de la Gobernación del Cesar y del municipio, junto a empresarios y líderes sociales, fuera a ver ese deslumbrante cambio. Era Cali, entonces, el modelo a seguir, antes que Medellín, aunque después fue afectado por el narco y la corrupción, perdiendo su liderazgo.
El presidente de Brasil Lula Da Silva hizo todo el esfuerzo para que Brasil pudiera hacer unos olímpicos y un Mundial de Fútbol. Lo logró, tuvo un importante costo. También beneficios. Los brasileños lo agradecieron toda la vida y, en parte por eso, lo reeligieron.
El alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, dio esperanza en un video la tarde de ayer, después de conversar con Presidencia de la República, tarea en la que coadyuvó el gobernador del Atlántico Eduardo Verano, al anunciar una posible gestión ante el presidente Boric de Chile, sede de la organizadora, de que con el dinero completo recuperar el certamen. Estamos deseándolo con el credo en la boca.