Para los valduparenses la partida de Don José Guillermo Castro Castro (1926-2017), conocido en el mundo vallenato como ‘Pepe’ Castro, no es un adiós, porque su semblanza de buen amigo, como hombre de familia, como servidor público, como progresista ganadero y como escritor e historiador costumbrista, desde hace muchos años lo ha posicionado en la mitad del alma del pueblo vallenato, que abarca una gran región del Caribe colombiano; su sobrehumana imagen comenzó a forjarse cuando la desafortunada pérdida de su padre a edad temprana, lo obligó a interrumpir sus estudios que adelantaba en Bogotá, para ponerse al frente del patrimonio agropecuario que respondía por el sustento de su familia, y bien que lo hizo, multiplicando la producción y los haberes bajo su eficiente administración, sin descuidar en lo comercial las exportaciones hacia el vecino país de Venezuela, lo cual hacía personalmente manejando un camioncito, donde transportaba desde ganado en pié hasta queso, cerdos y mochilas, cuando la carretera hacia La Guajira era totalmente destapada y el lugar de estadía y negociaciones en Maicao, era el parque de ‘El Cacaito’, pues en los años cercanos a 1950 no habían hoteles ni restaurantes en aquella incipiente población, pero allí en hamacas colgadas a los árboles pernoctaban hasta aguardar la llegada de los compradores venezolanos.
Esta exportación de productos pecuarios era toda una odisea, para estar allí por varios días, alimentando y dando de beber a los animales que transportaban, con muchas restricciones de alimento y de agua, descansando de manera precaria y sin mayor comodidad para hacer las necesidades del cuerpo, pero este es un gran ejemplo de lucha para lograr fortuna con pulso de buen luchador, sí señores, así fue ese capítulo laboral de ‘Pepe’ Castro en sus años mozos, entre las fincas y la pesada comercialización de sus productos.
Entonces, como era un hombre de retos, pronto le fue muy fácil concluir que a su edad ya era necesario entretenerse un poco más, y contrae matrimonio en Fonseca, el 2 de septiembre de 1950, con doña Rosalía Daza García, teniendo posteriormente una distinguida progenie, que poco a poco fue extendiendo con selectas damas de la sociedad valduparense; ‘Pepe’ nunca descuidó su culturización, pues desde su estadía como estudiante en Bogotá, se hizo a muchos libros volviéndose un buen lector, y durante mis estudios de bachillerato en el Colegio Loperena, disfruté por mucho tiempo de su biblioteca que fue destruida en un brutal atentado, y sacos de libros averiados fueron regalados por ‘Pepe’ al Colegio Nacional Loperena.
Años después de dejar el comercio con Venezuela, le apuntó a la política, siendo concejal y luego Alcalde de Valledupar, cuando el único tramo pavimentado del gran pueblo lo encontrábamos en la Calle del Cesar, lo cual era prácticamente una extensión de la carretera que estaba pavimentada desde el Puente Salguero y que parecía penetrar hasta la esquina de El Convento, como le decíamos en aquel entonces a la hoy Catedral. Me posesiono en el año 1966, cuando ‘Pepe’ Castro en calidad de burgomaestre, para darle presentación de ciudad a Valledupar, decretó que todo dueño de casa o de solar tenía que hacer el correspondiente anden, sardinel o pretil en el límite exterior de su propiedad, y como las calzadas estaban erosionadas y pedregosas, que hacían casi imposible el tráfico de los Jeep Willys que en aquellos tiempos eran los taxis de la incipiente ciudad, dispuso desprendidamente de su propio buldózer para allanarlas y hacerlas más presentables y viables; fue ‘Pepe’ Castro en esa administración quien hizo trazar y construir la Avenida Simón Bolívar o Primero de Mayo, con inspector de policía a bordo, porque los invasores del barrio Primero de Mayo no querían desalojar el terreno previsto para la gran avenida, además implementó la construcción de la avenida que da salida hacia Valencia de Jesús, en pocas palabras, él fue el precursor de las avenidas en la ciudad de Valledupar, la cual en proporción de tamaño, hoy es la segunda ciudad del país con mayor servicio de avenidas después de Bogatá; un sueño no cumplido fue la construcción de la autopista Valledupar-La Paz, para la cual, con ayuda de un Presidente amigo, alcanzó a construir el puente sobre el río Cesar que se encuentra aguas arriba del puente Salguero, pero los mandatarios de turno no alcanzaron a visionar los beneficios de ese gran proyecto y no le dieron continuidad.
Otro aporte directo al progreso ganadero y laboral fue la donación que hiciera don ‘Pepe’ Castro del terreno donde se erigió la fábrica Cicolac. En su vida política colaboró lo más que pudo en los años 1967 y 1968 con la creación del Departamento del Cesar, al lado de Alfonso López Michelsen, José Antonio Murgas, Aníbal Martínez Zuleta, Manuel Germán Cuello, Jorge Dangond Daza, Alfonso Araujo Cotes, Guillermo Baute Pavajeau, Edgardo Pupo Pupo, Jaime Murgas Arzuaga, Luís Rodríguez Valera, Eloy Quintero, Armando Maestre, Manuel Pineda Bastidas, Rafael Escalona Martínez, Consuelo Araujo Noguera y tantos otros más; ya siendo Gobernador del Cesar y también como Senador de la República, impulsó mejorías en la educación y la salud, haciendo construir colegios y hospitales en el Departamento, lo mismo que el mantenimiento de vías de comunicación por carreteras.
Una vez ‘Pepe’ Castro se retira de las contiendas electorales, asimila la idea de escribir historias de su querido Valledupar, y de sus vivencias ya en lo urbano, ya en lo rural, produce una gran obra costumbrista, conformada por nueve libros, encabezado por ‘Crónicas de Plaza Mayor’, ‘Crónicas del Valle de Upar’ y ‘Crónicas de Pepe’, donde el autor retrata los acontecimientos y costumbres de aquellos tiempos, con percepción acentuada desde la década de los años treinta, hasta los comienzos del Festival de la Leyenda Vallenata; el costumbrismo es un género literario que aparentemente es fácil, pero eso no es cierto, pues al intentar escribirlo, nos damos cuenta que la fidelidad de los términos de la prosa escrita es muy difícil de acertar hasta para redactar solamente un párrafo, y además lo que sigue, concatenar las ideas para sustanciar las historias es otro asunto de alta sensibilidad dentro de la temática a desarrollar, y es por ello que no abundan escritores en el costumbrismo, pero a ‘Pepe’ le fluía la prosa con mucha naturalidad, parecía nacido y educado para cumplir con esa misión, para dar a conocer las historias de familias y personajes de interés, los oficios cotidianos y su evolución desde lo pueblerino hacia lo citadino, el difícil desarrollo de los servicios y las costumbres del viejo Valledupar, costumbres y tradiciones que también se recuerdan en las narrativas de muchos juglares del vallenato, entre otros, el viejo Emiliano Zuleta y su hermano ‘Toño’ Salas, Lorenzo Morales, Rafael Escalona, Tomás Enrique Pumarejo, Leandro Díaz, Alejo Durán, Calixto Ochoa, Luís Enrique Martínez, Gustavo Gutiérrez, Diomedes Díaz, Freddy Molina, Octavio Daza, Heriberto Daza, Álvaro Cabas, Juvenal Daza, Emilianito, Poncho, Fabio, Héctor e Iván Zuleta, Wilson “Wicho” Sánchez, Rafael Manjarréz, Roberto Calderón, Rodrigo Oñate Martínez, etc. Seguro estoy que la obra narrativa que el maestro ‘Pepe’ Castro conformó con sus nueve libros, complementados por ‘Los Cuentos de Pepe’ que tanto disfrutamos los viernes al escucharlos por radio Guatapurí, todo ello, por su fondo, forma y magnitud tiene un alto sitial dentro del genero costumbrista que se ha producido en el país, y por este medio hago un llamado a los hijos de ‘Pepe’ para perpetuar su obra literaria, haciéndola llegar a las principales bibliotecas de Valledupar, la región Caribe y Bogotá.
La historia de vida que ‘Pepe’ Castro nos deja, lo acredita como un luchador exitoso en el campo y en la ciudad, destacándolo como personaje ícono de una época grandiosa, digno de que en Valledupar se enarbole en determinada fecha su memoria como ejemplo para las generaciones presentes y futuras, por su templanza para lograr los buenos objetivos, ya como familiar, ya como amigo, ya como político o ya como escritor. ¡Ojalá!, Dios nos de la voluntad y capacidad suficiente para seguir siquiera en parte su ejemplo de vida, él fue “honra y prez” para todos los que tenemos corazón vallenato.
Paz en la tumba del buen familiar, del buen amigo, del buen servidor público y del buen escritor costumbrista que fue Pepe Castro.