Según el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina convive con la ambivalencia de ser la región del mundo que registra mayor desigualdad de ingresos, pero al mismo tiempo con la amenaza constante de implosión de la democracia debido a la inestabilidad política motivada por el movimiento pendular enraizado en la contienda ideológica.
Aunque aún no se ha hecho oficial la victoria electoral en Perú de Pedro Castillo, un activista sindical rural de un partido marxista, sobre su rival conservadora, Keiko Fujimori, todo parece indicar que nuevamente América Latina, podría volver a dar el giro hacia la izquierda. En los próximos meses los candidatos de izquierda en Chile, Colombia y Brasil, procurarán materializar sus intenciones de sumarse a los gobiernos pares que ya dirigen Argentina, México, Venezuela y Bolivia, auspiciando el retorno de principios de este siglo, para encontrarse con la cabalgata iniciada con la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1998.
Los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, autores del libro ‘Cómo mueren las democracias’, narran que “así como solemos creer que las democracias mueren en manos de hombres armados, así mismo, las democracias pueden fracasar a manos no ya de generales (militares), sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder”.
Con una población cercana a 629 millones de habitantes, América Latina enfrenta el desafío de la inestabilidad política y los patrones como la región de más bajo crecimiento, más violenta y más desigual del mundo. Aunado, la región ha sido apaleada por la pandemia, más de 25 millones de personas se han infectado con el coronavirus y cerca de un millón han fallecido, los sistemas de salud siguen desbordados; el desempleo es creciente como la economía informal y las vacunas han tardado en llegar.
Con la pandemia se exacerbó el descontento en la región, finalizando el 2019 hubo protestas en Chile, en ese fenómeno se encuentra Colombia, no por un aumento de tarifas en el transporte público, sino por la acumulación de adeudos históricos que también multiplican sus intereses. Por esas circunstancias, Chile, Colombia y ahora Perú, no escapan de la radicalización.
Las economías de los países de América Latina comparten similitudes en la dependencia de las exportaciones de productos primarios, petróleo y minerales, asimismo, en las promesas incumplidas relacionadas con educación rural, infraestructura, igualdad, agua y saneamiento, en consecuencia, es indiscutible el rechazo hacia la clase dirigente y el modelo económico. Este terreno es fértil para el populismo y escenario óptimo para el caudillismo que activa el péndulo político.
En el 2022 en Colombia tendremos elecciones, podría ser un periodo sin precedentes, pero también una posibilidad para estabilizar el péndulo político de América Latina, esa es al menos la apuesta de los dirigentes que se ubican en el centro político.
Thomas Trauman, investigador de la Fundación Getulio Vargas, Think Tank brasileño, afirma: “Es muy difícil saber hacia dónde se dirigen las cosas”, no obstante, urge detener la erosión de la democracia en América Latina; tal vez, saldando las cuentas con la historia o entendiendo que la gente reclama esperanza; hay que hacerlo ante de que sea tarde.
@LuchoDiaz12