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Pedofilia y Homosexualidad

Algo sobre

Por: José Romero Churio

No deja de generar suspicacias, que los medios de comunicación suspendieran tan pronto y prácticamente del todo la difusión de denuncias contra sacerdotes pedófilos, cuando en tal escándalo terciaron representantes de la colectividad  homosexual, atacando reciamente al cardenal Tarcisio Bertone, el segundo del Papa Benedicto XVI en el Vaticano, por haber declarado que los clérigos involucrados en el abuso sexual de niños son homosexuales.
En nuestro país es raro que, sin más ni más, se silencie cualquier noticia, menos si es sensacionalista. Sin embargo, pareciera que la Iglesia Católica todavía conserva la suficiente influencia para contrarrestar los inconvenientes que a veces le ocasiona algunos de sus miembros. En consecuencia, la comunidad homosexual o cualquiera, podría pensar que la declaración de la alta jerarquía eclesiástica tiene la intención que a la pedofilia se le vea como un problema de  homosexualidad ajeno a la curia.
Universalmente, de todas las parafilias la pedofilia es la más reprochable, ni siquiera es comparable con la necrofilia, a pesar de que algunos necrófilos asesinan a sus víctimas con tal de satisfacer su aberrante afición.
Razón le cabe al Cardenal de mayor confianza del Papa, pues en pocas excepciones la pedofilia se configura sin el abuso sexual de niños o niñas, que cuando encierra erotismo con la víctima, es un acto inmoral repudiado en todas las latitudes del mundo y tradicionalmente castigado con algún tipo de sanción.
A las parafilias, la psiquiatría las califica como perversiones o  desviaciones de la sexualidad de la especie humana, la cual  se considera normal sólo si se realiza entre dos personas mayores de 12 años de diferentes géneros con pleno consentimiento de ambos; es decir, edad en la que científicamente se ha comprobado que ya la gente dispone de capacidad mental para actuar con  voluntad propia.
En cambio, a la homosexualidad, la considera una variación en la preferencia o apetencia en el manejo individual o compartido del sexo, y que cada humano adulto tiene la libertad de disfrutarlo dentro de los límites permitidos por la sociedad, por ende, los homosexuales reclaman los derechos que la ley otorga a las parejas heterosexuales.
Personalmente reconozco a la homosexualidad como una realidad a la que no se le debe negar sus derechos. Que los homosexuales pueden conformar parejas, obviamente, con personas mayores, incluso también se le puede tolerar ciertos deslices que a menudo cometen los heterosexuales.
Si el celibato induce al homosexualismo o viceversa, homosexuales ingresan al sacerdocio católico para disimular tal condición. Es responsabilidad de la Iglesia en cabeza de su más encumbrada esfera, erradicar o por lo menos disminuir al máximo este fenómeno, porque la pedofilia tiene en aprietos al Papa Benedicto XVI y podría costarle al Vaticano una considerable suma de dinero, en indemnización de victimas, por el encubrimiento de sacerdotes pedófilos, sobre todo jerarcas de importantes diócesis, como la de Boston en Estados Unidos, que por uno de sus obispos con apego a la condenable práctica tuvo que pagar millones de dólares.
Es importante tener en cuenta que, en general, los adultos tienen la tendencia espontánea de acariciar o mimar a los niños; lo cual, en realidad, encubre a los pedófilos, más aún si hacen parte del entorno familiar (parientes, amigos y vecinos), en donde niñas y niños  son víctimas frecuentes de abuso sexual que pasa desapercibido, y lo más grave es que la mayoría de los niños violentados adquieren la costumbre de sus violadores; es decir, son los homosexuales pedófilos del futuro.
¡Qué pasa!: con la salud mental del municipio de Valledupar. Ojo señor Secretario de Salud, el alto número de suicidios ya inquieta a toda la población.

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