Es común encontrar personas pidiendo dinero en las calles de Valledupar, tal es el caso de Doris Esther Caballero, su nieta y su hija, quienes diariamente se levantan a las 5:00 de la mañana para dejar su suerte en manos del destino, esperando poder recaudar dinero para comer y pagar mensualmente el alquiler del techo que todos los días las cobija de las inclemencias del tiempo.
Aunque en el lugar donde viven es un “cuartico” en el que solo tienen una cama y una licuadora, pagan 100.000 pesos mensuales, los cuales, según indicó Caballero, son difíciles de conseguir teniendo en cuenta sus situaciones.
“Vivimos en un estadero que tiene unas piezas no terminadas; el señor Víctor Tapias nos dijo que podíamos vivir ahí, y le pagamos 100.000 pesos para ayudarle a pagar los servicios”, señaló la mujer de tez morena marcada por el paso de los años.
Agregó que viven en el barrio Panamá y a diario recorren las calles de Valledupar pidiendo limosnas para alimentar a su nieta de 28 años de edad, la cual fue diagnosticada desde los 6 meses con parálisis cerebral. Explicó que piden dinero en las calles porque hace dos años, por cuidar de su nieta mientras su hija trabajaba, se fracturó el brazo, y esto le impide levantar peso y, por consiguiente, se le imposibilita estar sola con su nieta.
“Yo antes cuidaba a mi nieta y mi hija trabajaba, pero yo me fracturé el brazo y tengo la hemoglobina en 5, y ya ella no puede trabajar porque debe cuidarnos, entonces nos dedicamos todos los días a ponernos en un semáforo para que la gente nos ayude. Si no pedimos dinero en la calle no comemos. Yo desarrollé una anemia por falta de hierro en el cuerpo y por eso mi hemoglobina está en 5; para poder operarme el brazo tuvieron que hacerme 11 transfusiones y hace como 3 meses me hicieron 3 más”, señaló con un tono de tristeza.
DÍA A DÍA
Con la voz cansada y un caminar lento y pausado, la mujer de 64 años contó que diariamente se levantan temprano para salir a las calles. “Al despertarnos alistamos a la niña y después nos arreglamos nosotras, y salimos a pedir dinero en los semáforos con un pote. En los semáforos estamos como hasta la 1:00 de la tarde porque ya la niña empieza a ponerse fastidiosa y nos vamos para la casa; mientras estamos en esos lugares le compramos jugos a la niña con la plata que vamos recogiendo, porque ella no puede comer cosas sino puros líquidos o alimentos licuados”.
Tras contar su historia su voz se entrecortaba, lloraba, se calmaba y posteriormente continuaba el relato. En medio de la conversación revivió sus dolores más profundos, y también los sacrificios y retos que ha tenido que atravesar. La mujer, con lágrimas en los ojos, expresó que durante mucho tiempo ha pedido ayuda a las autoridades de la ciudad y el Cesar, sin embargo, a pesar de tener una nieta en condiciones de discapacidad, siente que sus derechos se han vulnerado.
Ketty Gutiérrez Maestre/EL PILÓN