Todos tenemos algo que aportar para que aparezca esa anhelada paz y se consolide; o por lo menos cesar, disminuir contiendas, odios, rencores con nuestros semejantes más cercanos.
Uno de los grupos al margen de la ley en Colombia, las Farc dio el paso; paso vital como es el de acordar cesar la guerra; se espera y desea que sigan otros. Posteriormente vendrá la construcción de la paz sin que se repitan injusticias.
Cuando conocemos la verdad, más que pedir perdón (muchas veces forzado y fingido), debemos es procurar la dignidad y no acentuar más el sufrimiento a las personas, volverlas doblemente víctimas. Ahora no es pensar y decir “échele tierra y tápalo”; el pasado sirve de plataforma para que en el presente se estructure un futuro esperanzador con más integración. La justicia restaurativa es la que necesitamos y es aquella que propiciamos para que se brinden verdaderamente más garantías a la sociedad. Debemos reconocernos a futuro como ciudadanos de bien, protectores al reconocimiento de nuestros derechos, que encuentren satisfacción e integralidad. Tan pronto surjan desavenencias, debemos llenarnos de sabiduría para oportunamente finiquitarlas. La experiencia habla. No más conflictos duraderos que nos han llevado a familias cercenadas y disminuidas por la guerra.
Que nos sirva este cese al conflicto gobierno – farc para que se busquen alternativas de paz sanando nuestro ser interior. Donde exista respeto y tengamos siempre en cuenta que mi derecho termina donde nace el derecho de mi semejante. La paz implica igualdad, no desbordamiento del ordenamiento jurídico. Al estado le corresponde resolver muchas desigualdades que venimos padeciendo sin que se les preste la debida y adecuada atención. Debemos pensar en las futuras generaciones.
El país requiere con prontitud la adopción de serias y profundas reformas con tono de respeto a la sociedad y actitud constructiva; donde se aborden de manera estratégica, realista cada uno de los flagelos de orden social dentro de un escenario de confianza y reflexión; reformas esperanzadoras, eliminado hechos y amenazas que fueron preludio de las desgracias. En virtud a este propósito es vital generar procesos de reingeniería, impulsar una transformación estructural que permita cambios en la sociedad, siendo menester sentar las bases para la convivencia ciudadana, asegurar un adecuado espacio público que viabilice la integración, creatividad, empleo y los más importante que cree oportunidades incluyentes.
Es necesaria una actuación de dignidad ejemplar que alimente al individuo a seguir trabajando en el verdadero proceso de cambios positivos, tarea no fácil, tampoco imposible; hay que intentar y dar el primer paso, acabar con el escepticismo que tiene esta sociedad intoxicada de violencia.
No se debe actuar con mente cerrada para entendimiento y encendida para el conflicto; actuando así, acabaremos con la dimensión vacilante, indomable, cuestionada por cualquier tipo de pensamientos malsanos y perniciosos; razón fundamental por la cual debemos poner freno a intereses oscuros de marcada intención que se materializaran en nefastos caminos rumbo al caos, del cual más temprano que tarde tenemos que salir. Cabe preguntar ¿Que le dejamos a las futuras generaciones? ¿Guerra o paz?
Debemos aunar esfuerzos y alianzas estratégicas, que conduzcan a concientizar resortes psicológicos, sensibilizar al individuo e involucrar la participación de todos en ese sublime deseo tan anhelado: LA PAZ. Paz es sinónimo de vivir con justicia y no simplemente ausencia de conflictos; inclusión social e igualdad de oportunidades para que todos podamos pensar, soñar y actuar con voluntad constructiva; esa es la verdadera PAZ.