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Paul Brito, una narración sincera

Desde una apología de los que quedan segundos en el fútbol aparece en el último libro del barranquillero Paul Brito, una de las máximas de las que se puede echar mano para andar en el mundo: “…a veces el segundo lugar, como el pie que va quedando atrás al caminar, es clave para abrirse camino, para impulsarse desde el interior de uno mismo”. La cito, para anunciarles con ella que Árbol de levas es un texto cargado de sabiduría, de hondos sentimientos y una sincera visión de la vida que es posible solo por la madurez de un escritor sin poses, que ha encontrado una voz definitiva para la literatura del caribe colombiano.

La escritura de Paul Brito me ha causado, desde que la descubrí, gran entusiasmo. Este libro vuelve a confirmar las razones, más allá de los gestos que se me van escapando mientras leo. Árbol de levas es la consignación en veinticinco relatos breves, casi como epífanos, de la manera en que Pe, el personaje que los recorre todos, se instala en el mundo. La infancia se vuelve entonces el gran eje, tejiendo allí anécdotas que nos conducen por una intimidad de la que nos sentimos cómplices. La vida de Pe conmueve, mientras nos lleva a hacer votos porque le pase lo mejor. Compartimos sus alegrías y nos duelen sus tristezas; la muerte de la madre, la mayor de ellas. A la explosión de la vida, se suma este dolor agudo, que entre uno y otro cuento va encontrando cierto alivio. Para Pe, su madre es la conciencia plena del amor incondicional y el mejor lugar del mundo, tal como lo dice el narrador: “Desde pequeño le gustaba sentir su olor, el sudor que había acumulado durante el día y que era el mismo que lo había levantado palmo a palmo a lo largo de 22 años. Le gustaba también pasar su brazo encima de su torso para sentir el latido de su corazón, que siempre parecía a flor de piel; eso de alguna forma lo tranquilizaba ante cualquier situación, como si esa pulsación fuese una forma de decirle que la vida continuaba”.

Con diálogos de esos que solo se producen en el Caribe, se compone una narración de gran sinceridad y que se planta, sin mayores artilugios, con el lenguaje como gran protagonista. A esto se le suma una dosis prudente de reflexiones que orientan el sentido del texto en su interior, pero que no riñen con la anécdota ni con el ritmo de relato, con lo cual dejan al lector en libertad para asimilar aquello con lo que se identifica. Así Brito nos lleva por la infancia, el juego, los amigos, los primeros amores, la construcción del conocimiento, la exploración del mundo interior, la muerte, el brío de la vida y los sueños. Hay que leerlo y dejarse llevar.

Por María Angélica Pumarejo

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