Tobías Enrique Pumarejo, Rafael Escalona, José Hernández Maestre, Freddy Molina, Octavio Daza, Edilberto Daza, José Alfonso ‘Chiche’ Maestre, Nicolás Maestre, Federman Fuentes y ‘Chema’ Guerra, entre tantos, todos hijos de Patillal, como los que abrevaron de su vena musical: Gustavo Gutiérrez Cabello, el hijo de Evaristo Gutiérrez, el patillalero especial en cuya casa vivía el primo hermano Fredy Molina, en la época de su trágica muerte.
“Venimos con más fuerza, todos los caminos conducen a Patillal, invitamos a todos los colombianos a que vengan y disfruten de la música vallenata tradicional, nuestra gastronomía y de los bellos paisajes”, dice el presidente de la fundación Alberto Daza.
Este 32° Festival Tierra de Compositores se desarrollará en homenaje a Toña Daza y las estrellas de Patillal: Camal Mohales, Julio García, ‘Tombe’ Arias y Miro Hinojosa. La tarima Octavio Daza y la plaza Fredy Molina están listas para recibir a propios y visitantes.
En la programación se destaca el concurso de cometas y pintura, además de las competencias en las categorías de Canción Vallenata Inédita, acordeonero juvenil y piqueria infantil.
“Los concursantes tuvieron hasta el 20 de diciembre para inscribirse, ahora esperamos que llegue el momento para que empiecen a sonar los acordeones y escuchemos las voces de quienes participarán. Eso sí, con todas las medidas de bioseguridad”, dice Daza Sarmiento.
Patillal ha sido siempre el corregimiento más famoso y querido de Valledupar. Algunos lo han considerado como una extensión afectiva de la capital. Cuando se solía decir que en Valledupar no había compositores, y sí en San Juan y Villanueva, los rancios vallenatos, autollamados valduparenses, decían que los tenían en Patillal, en una bodega de buena inspiración poética.
Patillal es un lugar en el que su sabana y paisaje ya no son los mismos, La Malena perdió su aroma de arena sentimental y al cerro de Las Cabras poco a poco se le acercan las construcciones que no usan materiales propios, que son tan bonitos y funcionales, ni el buen gusto que esperaríamos de las edificaciones rurales.
Patillal espera que la construcción de la fase última del acueducto, financiada con recursos del Ocad Paz, brinde un óptimo servicio. Que la prometida cicloruta, Valledupar- Patillal, se lleve a cabo; que se continúe el programa de adoquinamiento de calles.
Pero especialmente, no debemos olvidar que en medio de su bucólica existencia, Patillal poco ha crecido y su razón es la escasa actividad económica para su población que en su mayoría es pobre y no tiene ingresos.
No hay desarrollo generador de empleos, no hay mucho qué hacer y los jóvenes no permanecen en el caserío. No conocemos un programa de turismo consistente que pueda generar trabajo, menos aún capacitación en esas actividades. Los servicios son deficientes, los celulares funcionan a medias, la conectividad es escasa.
Cuando mañana 25 de diciembre, en Patillal el alcalde Mello Castro inaugure la merecida escultura de Rafael Escalona, el más grande autor de vallenatos (cuya Casa en el Aire espera ser abierta), no deberá olvidarlo.