Por: Jacobo Solano Cerchiaro
La escena política nacional está bastante convulsionada por un nuevo reacomodamiento de los partidos políticos, con miras hacia una nueva jornada electoral, en este momento todos los candidatos se cambian la camiseta para acomodarse en el partidor de las diferentes toldas, sin impórtales ideología, ni propuestas, solo piensan en cuál será la lista más sólida para competir y como el asunto del umbral está más complicado que un problema de algebra en chino, puede ser un riesgo dar un mal paso.
En Colombia, crear un partido es tan sencillo como hacer un pan de bono, un claro ejemplo es el caso del Pin, que antes se llamaba Convergencia Ciudadana y como el camaleón, vuelve y cambia de nombre a Opción Ciudadana, para lavar la imagen, pero mantiene el mismo dueño, el controvertido Luis Alberto Gil, conocido por sus negociados con la salud y su antecedente parapolítico. Es un caso parecido al partido de la U, creado por Juan Manuel Santos para aglutinar las ideas uribistas y se quedó sin Santos, que está con los liberales y sin Uribe, liderado por esa cara “fresca y futurista” de Aurelio Iragorri quien tiene al partido postrado en una división interna, cada quien jala para su lado, Juan Lozano y Juan Carlos Vélez, en el Uribismo; Roy Barreras, donde diga Santos; Armando Benedetti, ni aquí, ni allá; y Dilian Francisca Toro acaba de salir de la cárcel y no quiere saber nada de Política. Sin contar todos los antecedentes de parapolítica que se tomaron al partido, lindo panorama. La muestra de que Colombia es un país en constante renovación partidista, la trasmite el expresidente Uribe con José Obdulio y compañía, fundaron otro partido, el Centro Democrático, bastante derechizado, con escasos liderazgos y que solo tiene esperanza de sacar algunos senadores, bajo la sombra del expresidente, porque la opción presidencial es muy escasa. El renacer del partido Liberal, es una fusión del gavirismo con el samperismo, con todo y 8.000; han consolidado en el último tiempo un partido de caciques, delfines, parapolíticos, sin mucho fundamento social, como deberían ser las ideas liberales; la gran apuesta de Simón Gaviria es Horacio Serpa que no quiere ceder espacios para la renovación roja. Si en los rojos llueve, por los verdes no escampa, la dolorosa muerte de la Senadora Gilma Jiménez precipitó una crisis que ya venía y se agudizó, este partido que nació con mucha euforia, se ha desdibujado por las diferencias internas de sus creadores y falta de una ideología política coherente: Peñaloza, más cerca de Uribe; Lucho, quemado con Santos; Mockus, como Benedetti, no se sabe dónde está; y Fajardo, que es quien debería liderar la colectividad, no es bien recibido por un grupo de congresistas que quieren unirse a los progresistas de Petro. Los conservadores también le apuestan a la “renovación” con Omar Yepes y, como siempre han hecho, esperan jugada para unirse a quien va a ganar. Mientras el Polo, el Mira, Cambio Radical y otros, sufren por el Umbral. ¿Ahora entienden por qué la política colombiana está en crisis? No hay partidos sólidos, con doctrinas serias que le garanticen a la gente una opción de cambio.