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Parranda o gestión pública

Que el actual alcalde Valledupar no proceda de los sectores económicos tradicionales ya es un triunfo, él tuvo la virtud de romper esa tradición así estos mismos sectores lo hayan tomado como caballo de Troya para explorar otras formas de estar en el presupuesto. Pero aun así es un buen mensaje para quienes viniendo de los sectores marginados de la sociedad puedan acceder al poder municipal, así sea de fachada. Lo malo es no tener la autonomía para evadir la anaconda que lo constriñe. Augusto Ramírez fue ungido con la más alta votación que haya recibido alcalde alguno en Valledupar, lo que le da un mandato para cambiar los estilos de gobernar; tiene todo para lograr gobernanza y gobernabilidad, es una oportunidad de oro que no se ve todos los días y quizás no se vuelva a repetir aquí.

Un problema grave del cual adolece la administración pública es la falta de transparencia en todos los procesos y esta solo se logra cuando hay autonomía y no se hayan adquirido compromisos financieros para hacer las campañas electorales; cuando se tenga la formación ética suficiente, no religiosa, y se tenga la dosis mínima de compromiso con los electores y los problemas del ente municipal. Los que conocemos a ‘Tuto Uhía’ no dudamos de su buena fe e intenciones sanas y altruistas. Pero los hechos son tozudos; en una publicación editorial de EL PILÓN leímos que en los tres primeros meses del año se han celebrado contratos por más de 34 mil millones de pesos, de los cuales el 80 % ha sido por contratación directa, la llave que abre las compuertas de la corrupción, es la forma más efectiva de entrar al presupuesto oficial y devolver los favores financieros de campaña. Alcalde, usted es un cristiano confeso, no deje que le perdamos la fe.

En el informe de los cien días, algo importante era decirle a la gente quiénes son sus contratistas, cuánto le dieron a cada uno y cuál es el objeto social de cada contrato. Así podríamos saber qué relaciones tienen los beneficiarios con la campaña Tuto Alcalde y sacar conclusiones, sanas o imputables. El alcalde tiene que convencerse él mismo de que él es el alcalde, que esto no es una pesadilla, que las elecciones donde cabe el discurso barato ya pasaron y decir de frente cuál es su compromiso, si con el elector o con sus financiadores, eso ya se va sabiendo. El problema base de Valledupar es la movilidad, ya los transportadores le hicieron el primer paro, a los taxistas los quiere complacer prohibiendo el servicio Úber. Y, ¿en que quedó la libre empresa? No alcalde, este no es el meollo del problema. La ciudad es un parqueadero global, las dobles calzadas están con vehículos a lado y lado siendo vías rápidas, el mototaxismo volvió. La inseguridad ronda, no hay avances.

Sabemos que el alcalde tuvo sus inquietudes musicales que no pudo concretar, ya sea por mala suerte, ya por no tener el talento necesario, no es el caso juzgar; ahora es el alcalde de todos, sus anhelos artísticos debe congelarlos, por lo menos por ahora. Su protagonismo folclorista confunde al ciudadano porque no sabemos si está contento siendo alcalde o añora ser un Poncho Zuleta o un Jorge Oñate.

 

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