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Parábola de la dicotomía

EL TINAJERO

Por: José Atuesta Mindiola
Todos estábamos convocados por los compromisos éticos, sociales  y laborales de escuchar y respetar  las ideas de los otros, sin que esto signifique que tenemos que someternos a ellas; pero infortunadamente, existe en diferentes ámbitos del país (familiar, institucional y político) la ausencia sistemática de diálogos y debates para exponer con libertad las ideas y controvertir de manera respetuosa los pensamientos divergentes.
La  escasez de estos escenarios democráticos niega la posibilidad de escuchar y confrontar las ideas de los demás y genera posiciones que deterioran las relaciones humanas.  A la carencia de estos escenarios se suma la ausencia de los diálogos mentales, que cada persona debe hacer desde el interior de su conciencia, escuchando la voz de la razón y los gritos de la emoción, para recorrer con serenidad los treinta centímetros que separan  el corazón del cerebro, y poder expresar  sus ideas en un matiz de equilibrio entre razón y emoción.
Es notorio en estos días preelectorales, que en algunos  voceadores de las campañas todavía se hospeda la eterna parábola de la dicotomía: saborean el perdón de la hostia, pregonan semblanza de paz, pero por dentro hierven de beligerancia. Por eso presentan a su candidato como el mejor, el más honesto, el más capaz;  pero  esto lo hacen descalificando de manera infame y con argumentos baladíes a los otros aspirantes.
Los seguidores de Juan Manuel Santos lo presentan como el mesías continuador de la obra del presidente Álvaro  Uribe; toman coma bandera la  Seguridad Democrática (que es una política de Estado y quien sea elegido está en el deber de continuarla).  Claro está, no mencionan los problemas de Agro Ingreso Seguro, los “falsos positivos”,  las chuzaDAS,  la yidispolítica,  la reforma laboral que acabó con el pago de las horas nocturnas a los trabajadores, el ínfimo aumento de los salarios,  el alto índice de desempleo ni la firma del TLC con la Unión Europea que lesiona los intereses económicos del sector de productores de leche del país.
Estos seguidores, que hablan con el eco  de la emoción,  presentan a Antanas Mockus como un matemático  inteligente, hostigado por el mal de Parkinson, que no tiene  carácter, y afirman que su mandato será un retroceso a los avances del gobierno actual.  Se olvidan que el profesor de los girasoles y creador de la cultura ciudadana fue dos veces alcalde de Bogotá, y  en sus dos administraciones disminuyeron la tasa de homicidios y  las muertes por accidentes de tránsito, y sus campañas pedagógicas aumentaron el respeto por lo público y el amor por la ciudad.
Sin embargo, dicen algunos adeptos de otras campañas, que lo único bueno de Mockus es que es honrado. Ser honrado y humanista es el binomio perfecto que debe tener todo gobernante. La honradez es la dignidad más grande que tiene todo ser humano, decía el poeta José Martí.
Soy profesor, creo en mi profesión y en los maestros estudiosos; creo en la legalidad y votaré por Mockus, sin desconocer las cualidades y los programas de Gustavo Petro, Jaime Araujo Rentería y Rafael Pardo. Reconozco los aciertos de la seguridad democrática del Presidente Uribe. La democracia no es continuidad, es renovación.

DÉCIMA DE LA SEMANA

Mockus y Sergio Fajardo
dos hombres de trayectoria
unidos por la victoria,
entre orquídeas y nardos
ya florecen sin los dardos
de la infame corrupción,
ellos son la redención
de mi pueblo colombiano.
Vamos a unir nuestras manos
por el bien de la Nación.

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