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Para un año difícil, una Navidad de reflexión y esperanza

Dentro de cinco días, la mayoría cristiana de nuestro país y en especial los vallenatos celebraremos la Navidad en el calor de nuestros hogares. Las luces, los regalos y las fiestas son sólo una cara de esta festividad religiosa que evoca el nacimiento de Jesús en medio de la pobreza, la humildad y falta de solidaridad.

Para aquellos que gozan la presencia de sus seres queridos, que esta sea una época de diálogo, cercanía, reflexión y esperanza; para los que por distintas circunstancias no están al lado de los suyos, que la Navidad refuerza los lazos familiares, de amistad y fortaleza.

Este año que termina no ha sido fácil para los vallenatos, muchos de ellos sobreviven en medio del empleo, la incertidumbre del atraco, el robo, el crimen, la presión de las pensiones escolares y universitarias, los altos costos de las enfermedades y tribulaciones cotidianas, muchos reciben este año que viene con talante sombrío y actitud pesimista ante el futuro, sin mayores esperanzas de cambio y con deseos de tirar la toalla. Es el momento de que las raíces más profundas de las celebraciones navideñas renazcan y recuperen su significado. El débil tejido social que tenemos, amenazado por el egoísmo y la inequidad, necesita de los valores cristianos, católicos y no católicos.

Junto al calor del hogar, los abrazos y la concordia familiar, la Navidad de este año debe invitar a la reflexión que permita volver a la realidad una sociedad madura, capaz de manejar inteligente y pacíficamente los conflictos que la aquejan. Pasar estos días en medio de la bruma alcohólica y la juerga, sólo contribuirá a un guayabo pesado y a la continuación viciosa del pesimismo y la sin salida. El 24 es una noche no para escapar de la pura realidad sino para reforzar los lazos familiares y aunar fuerzas y espíritus con el fin de enfrentar el nuevo año. En mi nombre y en el de mi familia: Olguita, Javier, Adriana, José Alberto, Taty Bozzi, Chía, Juan Manuel, Silvia y mis adorados nietos: Valeria, Cristian, Wernercito, Javier, Isabella, Antonella, Franche y mi último nieto Santiago Vergara, les deseamos una Feliz Navidad, en especial a mis lectores y amigos y a los que no, desearles una Navidad tranquila, amable, símbolo de amor y fe.

Para todos la paz, generosidad, fraternidad y esperanza, en la seguridad de que regresando al espíritu cristiano, Colombia y el Cesar serán otra vez el próximo futuro, la Nación y el Departamento del cual todos nosotros nos podíamos sentir justamente orgullosos. Por eso, celebremos bien lo que falta.

Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: Darle las gracias al secretario de Obras, Juan Pablo Morón, un secretario que escucha, que se deja aconsejar. Ya quedó solucionado el hueco de la carrera 6 con calle 10, esquina. Gracias. Esto que le sirva de ejemplo al secretario de Tránsito, afortunadamente no lo conozco. Ni oye, ni escucha, ni entiende y no recibe consejos.

Grave la situación de los venezolanos. Sólo en Valledupar se contabilizan 11.181. El espectáculo que ve uno a diario es lastimoso. Pasando trabajo, necesidades, pidiendo ayuda, durmiendo donde se pueda, con escasez hasta de esperanza. Debemos acogerlos y defenderlos. Sin embargo, ellos también deben portarse como ciudadanos de bien.

En la próxima columna mencionaré los personajes del año y finalmente, como siempre ha sucedido la jefe de protocolo invita a los festejos del 21 de diciembre a personajes que nunca tuvieron que ver con la creación del Departamento del Cesar. Póngase al día, estudie y si quiere le doy unas clasecitas de quiénes sí hicieron parte de esa empresa.

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